2.4.- Industria.- La CHANCA del Duque sequía siendo la industria emblemática de Conil. El atún se trabajaba como siempre: se colgaba a desangrar, se ronqueaba y troceaba en piezas más menudas, se salaba y se embarrilaba. Pero no todo el atún pescado se trabajaba en la Chanca. Primero se subastaba en su puerta y “cuando la puja última no acomoda queda el atún para el Duque”, es decir, se introducía en la fábrica para salarlo. Rojas distingue entre lo magro del atún (“toñina de lomo”) y lo graso (“de ijada”), sin más.
[Ambientación, imagen no incluida en el original / mejorada por Juan Bermúdez, Scard Bermos] Interior de La Chanca. Fuente: Enrique Romero de Torres, fecha de encargo: 25 de mayo de 1.907, publicada en 1.934, Madrid, Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes.
Rojas describe el edificio de La Chanca señalando sus diversos almacenes (para sal, pertrechos, barriles, maderas, carretas, barcas) y otras piezas (para alojamiento, panadería).: “es un gran patio rodeado del largo almacén de los aventureros, en el que se componen las redes y los demás aparejos, con otro igual en frente de este en que se deposita una enorme cantidad de sal para venderla a los compradores del atún, sacada de las Salinas del Duque, y otro almacén menor que contiene las redes y cordaje de la almadraba, con algunos (...) en que se hacina el atún ya salado y una casa en que se reparte el pan, otra pieza en que se trabajan las maderas de remiendo de barcas y la que habita el que cuida el Edificio. A un lado de este gran patio se guardan 30 carros que sirven a su tiempo para llevar el atún desde la playa. Se mantiene una manada de CIEN BUEYES que solo sirve para arrastrar los carros en la temporada de la pesca. Alrededor de otro patio más chico que prolonga el edificio hay algunos otros (...) y el cubierto con dos series de arcos en que se guardan las barcas”. Nada dice de las pilas de salazón (que eran 21, según Sáñez Reguart). Así pues, en la Chanca trabajaban carpinteros de ribera y calafates, rederos, ronqueadores o cuchillas, saladores o saladoras, mozos de pilas, panaderos, ayudantes diversos y personal de administración y servicio, que sumaban como dijimos unas 100 personas en temporada.
No sabemos si las SALINAS del Duque son las del Prado, o si éstas funcionaban por entonces. En 1.742 estaban en desuso, por su poca utilidad, pero seguramente fueron puestas de nuevo en explotación en los años 70 (hay plano de 1.772), y en 1.776 había Administrador de la renta de salinas de la villa. Hubo también proyecto de establecer en Conil una Fábrica de capotes “marselleses” para marineros, por la misma época, que no cuajó a pesar del apoyo del tesorero ducal Bartolomé Arrafán. El establecimiento de la industria textil podía haber significado mucho para combatir el paro. Aparte, pues, de la Chanca y la industria de las Salinas, sobre cuya significación carecemos de más datos, el sector secundario era muy débil en Conil: actividades artesanales relacionadas con la construcción (albañiles, carpinteros, un tejar y dos caleras), el calzado y la fabricación o mantenimiento de embarcaciones.
Plano de las salinas de Conil, 1.772. [Por deficiente escaneado, se ha sustituido la imagen original: AGFCMS, leg, 1156, doc 64. Castellano. Escritura gótica cursiva humanística. Papel 522 x 690 mm. Policromado. Buen estado de conservación].
Rojas dedica más de 4 páginas a la famosa MINA DE AZUFRE de Conil (el motivo de sus dos visitas al pueblo, en 1.804 y 1.809), ya “olvidada” por los naturales, distante “una legua y un cuarto” de la población. Hacia 1.760 –cuenta Rojas- se comenzó a beneficiar la mina por la Real Hacienda, “construyeron el edificio de fundición y alojamiento y se comenzó a trabajar con mucho lucro”. El azufre se enviaba a la Carraca y a Cádiz, pero la falta de leña hacía muy costosa la empresa, que se abandonó en 1.764. Permaneció abandonada la mina hasta los años 90, cuando don Francisco Molina fue enviado para sacar “muestras de ella … bellos cristales de azufre” que en seis cajones, de más de 12 muestras cada uno, se remitieron a Madrid. Varios ejemplares o muestras quedaron en poder de los trabajadores y curiosos del Pueblo, la mayoría de los cuales fueron a parar a Cádiz. Los cristales, que el mismo Rojas pudo extraer personalmente, eran “octaedros bastante prolongados y de tamaños muy diversos”. Ya en 1.809, en su segunda visita, da noticia de que la GUERRA DE LA INDEPENDENCIA había obligado a pensar en reabrir la Mina de Azufre, ante la escasez de municiones, para lo que fue comisionado don Antonio López de Haro, que inició los trabajos tendentes a levantar una Fábrica, aunque Rojas piensa que la Mina, “famosa en Europa por los bellos cristales que se ven en los Gabinetes” seguirá siendo poco rentable, por lo “costoso y difícil de su aprovechamiento... y lo muy diseminado del mineral”.
Fuente: Boletines “LA LAJA” (Amigos del Patrimonio Natural y Cultural de Conil), núms. 5 y 6, 2.005-2.006.
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