2.- LOS RECURSOS ECONÓMICOS: LA TIERRA Y EL MAR
2.1- Agricultura.- Sobre el aprovechamiento de la tierra, Rojas da sólo una información parcial, por lo que debemos remitirnos a los datos disponibles del Catastro de Ensenada (1.755) y, sobre todo, al Vecindario y Caudales de los Pueblos del Estado de Medina Sidonia (1.778), que utilizaremos muy a menudo, pues aporta información muy completa, y mayor proximidad cronológica a la época que nos ocupa. A comienzos del XIX, el conjunto de las tierras de cultivo debía sobrepasar ampliamente las 4.000 aranzadas y sumar alrededor de unas 2.000 Has. Algo menos superficie ocupaban los “pastos adehesados y del común”. Los datos apuntan un fuerte incremento de las tierras de labor y una disminución del olivar entre 1.755-1.778.
Los CEREALES seguían siendo el cultivo dominante. La producción de Conil giraba a fines del XVIII en torno a las 20.000 fanegas (17.000 de trigo y 3.500 de cebada), según los datos del diezmo. Rojas sólo dice que se siembran unas 300 aranzadas que pertenecen a 46 “pelantrines o pegujareros, que las labran por sí mismos, y con ayuda de braceros cuando lo necesitan”, distribuidas en 150 aranzadas de trigo, 100 de saína y 50 de cebada, aunque la extensión de las tierras de labor era mucho mayor. También se sembraban 100 fanegas de habas, para consumo humano (“tarragona”) o para las bestias (haba “cochinera”), que mezclan con paja y saína. A fines del XVIII se aprecia un descenso de la producción cerealística en toda la comarca, como podemos ver en el gráfico.
La rentabilidad del cereal era escasa, por el sistema de cultivo al tercio. En Conil, además, no se guardaba a veces el “hueco” del barbecho -según el Vecindario- por la escasez de tierras de labor para una población en crecimiento y relativamente “superpoblada” o con altas densidades para la época. Rojas señala que el alpiste es muy abundante en los campos de cereal –como en Vejer o Medina- y que su semilla grana al mismo tiempo y se cría espontáneo y en cantidad en sus campos. Dicho alpiste se separa del trigo y se exporta, o se muele mezclado para hacer “harina para el pan de los criados”.
[Ambientación, imagen no incluida en el original] La vendimia en el Condado de Huelva, hacia 1.910. Venta de uva. Fuente: Atlas de Historia Económica de Andalucía, siglos XIX-XX.
El VIÑEDO se expande a fines del XVIII, quizá en detrimento de las tierras de labor. El Vecindario señala que las viñas producían en los años 70 “300 carretadas de ubas”, de las que un tercio se vendían “en especie, llevándose a los pueblos inmediatos” convirtiéndose el resto “en caldo de vinos” produciendo 6.000 arrobas. Los viñedos guardaban “orden en su plantío, ocupando todo el terreno en hileras” y recibían “todos los beneficios oportunos y a sus respectivos tiempos”. Un cuarto de siglo después, Rojas señala que hay en Conil 700 aranzadas de viñas, de diversas variedades, siendo la más común el Mantúo de Pilas. Una parte de la producción se exportaba y otra se consumía en el pueblo, una “mezcla de variedades que hacen sólo arropado y de color, de muy buen gusto”. Dice Rojas que los ricos no venden más uva que los Moscateles, y tienen más Mollar negro que Mantúo de Pilas, y que la cosecha de vino ascendía a 250.000 arrobas. Los datos parecen exagerados, pero expresivos del incremento del plantío de viñas y la producción de vinos en el último tercio del XVIII e inicios del XIX.
Fuente: Boletines “LA LAJA” (Amigos del Patrimonio Natural y Cultural de Conil), núms. 5 y 6, 2.005-2.006.
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