FLORES DE … PAPEL.
Caminaba con dirección al lugar donde rendía su trabajo cotidiano; pero era pronto todavía: faltaba un ratillo para comenzar la labor. Había tiempo para tomar un poco el aire y estirar las piernas, combatiendo, de paso, con el ejercicio, el sedentarismo, al que tenía un verdadero horror.
Corría ya la tarde. El viento soplaba suave y acariciador. El Sol huía hacia Poniente, metiendo sus vivificantes rayos por el claro que le dejaban, de vez en vez, las nubes, grandes, numerosas, apretadas, blancas, muy blancas, de níveo color, que navegaban lentamente por la atmósfera. La temperatura era sencillamente deliciosa. Daba gusto deambular por las calles, sobre todo si se procuraba alcanzar el baño de los áureos rayos solares, que también acariciaban el rostro, con grato y agradable calor.
Al volver de una esquina y abocar a sitio muy concurrido, como paso obligado de muchos transeúntes, la encontró sola, delantera y a escas distancia de por donde iba él.
No la conocía, ni sabía quién era, pero desde el primer momento le llamó poderosamente la atención.
[Ambientación] Elizabeth Taylor (1932-2011), la «diva de los ojor violetas». Fuente: “guioteca punto com”, las 20 mujeres más hermosas del siglo XX.
Unos soldados haraposos, de infame presencia, que caminaban en sentido contrario, al enfrentarse con ella, la piropearon con torpes frases, semiofensivas, casi obscenas, atentatorias al pudor. Indignado por la desparpajante falta de prudencia y urbanidad de la soldadesca, se fijó más y más detenidamente en ella. Aunque solamente la viera de espaldas, fueron estas las apreciaciones de su examen, que hizo, para sí:
-Buen tipo. Gran proporcionalidad. Excelente aire. Estatura descollante. Desenvolvimiento exquisito. Paso firme y armonioso. Irreprochable continente. Primor de elegancia. Majestad, distinción …
La estima de tales méritos personales -lindísimo ramillete de flores de delicada fragancia e irreprochable confección-, le rindió, le dominó, le sugestionó realmente, impeliendo con violencia su flaca voluntad a completar el examen que había comenzado. Fue víctima de una fuerza que pudo más que su potencia volitiva. Tuvo que satisfacer, en pleno, la fiera e indomable exigencia de su insaciable curiosidad.
Hacia ese incontenido deseo encaminó, pues, su andar, hasta que la alcanzó, acoplando sus pasos al paso y al lado de los de ella, a la que, con todo el posible disimulo, miró y examinó, ya más cerca:
-¡Dios Santo! -murmuró-, ¡qué preciosidad! …
Fue la exteriorización de su primera impresión. Luego continuó el examen y la musitación:
-¡Qué imagen más dulce! … ¡Qué cara más simpática y más atractiva! … ¡Qué color más sano y más sonrosado! … ¡Qué semblante más rico y más sabroso! … ¡Qué frente más tersa y despejada! … ¡Qué cutis más sedante y más fino! … ¡Qué negro más azabachado el de su cabellera, tan abundante como ondulada! … ¡Qué cejas más magníficas, sedosas y pobladas! … ¡Qué mejillas más frescas y carmíneas! … ¡Qué nariz, qué boca, qué labios, qué dientes, qué barba más armoniosos y más bien cortados! … ¡Qué garganta, qué delantera, qué talle, qué conjunto tan admirable y hechicero! … ¡Qué encanto de jovialidad invencible! … ¡Qué cúmulo de hermosura y belleza! …
[Ambientación] Grace Kelly (1929-1982), con 26 años se casó con el prícipe Rainiero de Mónaco. Fuente: “guioteca punto com”, las 20 mujeres más hermosas del siglo XX.
¡Ni la propia Venus surgiendo de la espuma marina, en concha de nácar, tirada por tritones y las endinas, en todo el esplendor de la belleza!
Ella, aunque indiferente, al parecer, no hay duda de que -mujer, al fin-, llegó a tomar nota del aluvión de alabanzas -todas justas y bien merecidas- de que él la colmaba, puesto que el interesado lo tiene asegurado con toda seriedad, fundando su aserto en que, por lo menos, una vez le sorprendió una mirada de satisfacción, que no pudo o no quiso disimular bien, y añade, en honor de su fundamento, que hasta le adivinó una dulce y encantadora sonrisa, que a duras penas pudo contener.
Estos descubrimientos prestaron nuevo vigor a sus manifestados impulsos, y, más resuelto que antes, se decidió a entablar placentero coloquio, que llegó a iniciar así:
-Señorita: a la Virgen sevillana de la Macarena se le ha perdido su hermana gemela, ¿la ha visto usted por casualidad? … Bendito sea mil veces el ratito que Dios se entretuvo en dar forma y vida humanas a ese ejemplar de la creación. ¡Mi madre! … ¡Qué cosa más linda y más refinada! … ¡Si no se atreve uno ni a hablarle de cerca, por temor de que el eco de la palabra, por tenue que sea, la vaya a estropear! … ¡Si cuando uno la mira, aunque sea retirado, dan ganas de caer de rodillas y comenzar a rezar! … ¡Qué cosa más bella, más hermosa, más hechicera, más perfecta y exquisita, más primorosa y cabal! …
-Señorita, o diosa, que para el caso es lo mismo: tiene usted la cara más subyugante que la más bonita puesta de sol. Esa cara no es de usted, seguramente: esa se la ha prestado, para aquí, para lucirla en la tierra, la Bondad Divina … Su mirada es más esplendente que la luz de un rayo de sol, filtrado por el desgarre de una nube espesa … A mí me parece que sus ojos son dos soles arrancados del espacio sideral … Su color se lo ha quitado usted a la Vía Láctea … Esa dentadura es la sarta de perlas de una cosecha en el mar del Coral … La miajilla de sonrisa de su boca, no es otra cosa que la luna plena al emerger, plácida, por encima del horizonte, en noche clara y serena … Su nariz es un obsequio, sin duda, del querubín de servicio a la diestra del Altísimo … De ese cuerpo se conoce el dueño: es ql que siempre se le ha conocido lucir a la misma Virgen Santísima … ¡No me hable usted, ni me conteste, porque la voz de su charla tiene que hacer el mismo efecto del alegre y bullicioso gorjeo de los pajarillos en la enramada, a la hora del alba, al saludar el nuevo día … Lo único que me falta ya, es que usted me mire un segundo, para caer a sus plantas, exclamando:
-Ave María Purísima … Pero, señorita de mi alma, no siga usted así, tan callada, pues me parece usted la Presidenta Mayor de la Procesión del Silencio, dando ejemplo … ¡Guardia! … ¡¡Guardia!! … ¡Detenga usted a esta ladrona, que acaba de robarme el corazón!
[Ambientación] Ava Gardner (1922-1990), «el animal más bello del mundo». Fuente: “guioteca punto com”, las 20 mujeres más hermosas del siglo XX.
Ella se había parado ante el zaguán de una casa de buen aspecto. Había subido, con aire vivaracho, el diminuto peldaño de entrada del edificio. Él, pasmado, atónito, ante la aguda viveza de su cautivadora, la contemplaba mudo, extasiado. Un rayo de sol, penetrando entre dos nubes cercanas, iluminó la escena. Ella, por fin, se produjo, con voz tan bien templada y armoniosa que producía, efectivamente, el efecto de un trino de ruiseñor. Le abarca de una mirada, dulce como el almíbar, y le obsequia con una sonrisa, más atractiva que el mismo imán, al propio tiempo que le decía:
-Soy casada, señor Tenorio, y todas esas flores que con tanta prodigalidad ha venido regando por mi camino, son para mí … FLORES DE PAPEL, porque, como comprenderá, no estoy dispuesta a estrangular todo el cariño de mi alma.
Fuente: “AMAPOLAS Y JARAMAGOS: cuentos, anécdotas, narraciones y chascarrillos”, por Luis Briceño Ramírez, p.p. 61-64. Primera edición, Gráficas Morales, Jaén, 1.940.
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