De como, pasada una década desde que el arquitecto sevillano Francisco Pérez Bergalí declarara en ruinas la parroquia de Santa Catalina, apenas un año de la finalización “oficial” de la guerra civil ocasionada por el golpe de Estado de una parte del Ejército, y en plena época de “la jambre”, el ínclito párroco Manuel Barberá Saborido, continúa con su cruzada de recaudación popular para conseguir el capital necesario que haga frente a la restauración del inmueble y vuelva a ser la sede parroquial de Conil.
Foto 1: Transcripción literal del documento:
«”Relación del Ingreso para las Obras del Templo desde el dia 27 de Septiembre de 1940 al 16 del mismo mes y año [quizás se quería referir al mes de noviembre, fecha del documento]. // Recogido por mi en la calle con el bolso: 920,95 pesetas; id. de la pesca: 1049,10; Importe liquido de una funcion: 127,00; de varias limosnas apuntadas y recibidas: 350,00; Importe de la rifa del verano: 3050,00; = Total: 5497,05 = El Parroco Manuel Barberá; 17 de Noviembre de 1940. ”»
[Ambientación, pasados 12 años] Jardines e Iglesia de Santa Catalina, hacia 1962. Colección particular José Guerrero. Fuente: “Conil en la Memoria”, p. 23, 2004.
Hay que tener en cuenta que el recurso a la limosna, para hacer frente a un gasto extraordinario e imprevisto, no ha sino una novedad a lo largo de los tiempos, ni lo es actualmente, para ello no hay más que recordar cuando en 1890, el entonces párroco Francisco Fernández Caro, el Padre Caro, tuvo que hacer frente al pago del afinado del órgano de Santa Catalina, dándose el generoso acto cuando un humilde y viejo campesino conileño le entregó 500 reales que tenía ahorrados, envueltos en un pañuelo de tela. De este hecho se dio cuenta en una crónica de “El Guadalete”, siendo motivo de una entrada en este blog el 1 de julio de 2021 y al que se puede acceder AQUÍ.
Fuente: Archivo Parroquial Santa Catalina. Carpeta de Correspondencia. Agradecimiento: Yelman F. Bustamante Solórzano, párroco de Conil de la Frontera.
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