¿ÓNDE ME COMÍO YO ESTE PERRO?.
Al cascaciruelas1 de Juan Antonio le ocurría -vamos al decir- lo que al pescado que se consume en muchos pueblos del interior: que casi nunca estaba fresco.
Pero esta falta de frescura, o de frescor, en Juan Antonio, no significaba otra cosa que no sea la de expresar que era borracho habitual, de esos de tendencia tan irresistible al uso y abuso de la bebida, que entran de lleno en la categoría de los dipsómanos2.
Juan Antonio era el acero y la taberna era el imán prodigioso que lo atraía y retenía con poder mucho más fuerte y dominante que el de su débil voluntad.
El no tenía hora para beber. Lo mismo empinaba el codo por la mañana, que al mediodía, que por la tarde o por la noche. Lo que le ocurría, y esto sucedía con alguna frecuencia, es que en algunos casos carecía de dinero para adquirir lo que había de ingerir. Por eso, en estas ocasiones, tenía que apurar las sobras de los demás o esperar a que se lo dieran, para catarlo.
(Con el exclusivo objeto de ambientación) Cartela de la película “Salga usted de la cocina”, mencionada por el autor. Fuente: “peliplat.com”.
He ahí, únicamente, el motivo de que alguna que otra vez se le viera fresco; es decir, sosegado, sin gran turbación mental: en esa situación de ánimo que se da en llamar “estado normal” y que en nuestro Juan Antonio era al revés: anormalidad.
Su preferencia era el vinillo blanco; pero bebía de todo, y lo mezclaba, en su estómago, sin preferencias extremadas y en el mismo orden que se lo ofrecieran o se lo dieran. Para él era la cerveza, por ejemplo, lo mismo que el aguardiente, y el tintillo lo mismo que el licor. Lo que quería era beber, beber sin tasa y sin descanso, y bebía, siempre que podía, con delectación y complacencia, todo lo que oliera y supiera a alcohol, en cualquiera de sus múltiples formas.
La bebida era su mayor encanto, su único placer, todo su mundo.
No recordaba haber asistido nunca a ningún espectáculo público. El no perdía el tiempo tan mal invertido; pero siempre que en el pueblo se proyectó la película titulada “Salga usted de la cocina”3, procuró presenciarla, por aquella escena de “pardillo dulce y sabroso, / del que da la cepa tuerta. / Él se quiere entrar muy solo, / y yo le abro la puerta.”
Juan Antonio no sabía leer ni escribir; pero seguramente hubiera gozado lo indecible, repitiendo con Omar-al-Khyyam4 las siguientes palabras, que tomamos del autor: “A pesar de que el vino desgarró el ropaje de mi reputación, no lo abandonaré mientras mi alma exista. Me asombran los vendedores de vino. ¿Qué pueden ellos comprar mejor de lo que venden?”
O aquestas otras estrofas prosadas del mismo autor: “Reconfortadme con una copa de vino y dad a mi piel el color del ámbar, el color del rubí; lavad con vino mi cuerpo inerte y haced con las maderas de la viña las tapas de mi féretro. ¿Hasta cuándo continuaremos siendo esclavos de los problemas cotidianos? ¿Qué importa vivir un año o un día en este mundo? Llenad de vino esa copa antes de que nuestros campos se vuelvan polvo y ese polvo se transforme en vasos y vasijas.”
(Con el exclusivo objeto de ambientación) Omar Khayyam, por A. Venediktov. Fuente: Wikipedia, la enciclopedia libre.
Un día, día había de ser -consumió tanto vino y de tantas clases, que su borrachera fue de las de mayor intensidad de cuantas había pescado.
Tambaleándose, sin poder andar dos pasos seguidos, y con unas náuseas tan grandes como la papalina5 que pescara, tuvo que apoyarse en la pared y buscar refugio en la escalinata exterior de la iglesia parroquial, en cuyas inmediaciones le sorprendió la tormenta que bullía en su mollera.
Allí devolvió al suelo, medio terrizo, del pavimento, cuanto su ahíto estómago no pudo digerir. El desahogo le hizo pasar un mal rato, pero le quitó el hipo que le ahogaba y le despejó la cabeza de muchos de los vapores que le habían hecho perder por completo la relativa serenidad funcional de aquella y el equilibrio de sus andares.
Inmediatamente que se vio mejorado, pensó en volver a beber, para reponer lo perdido en el pasajero accidente, recordando aquel otro cuarteto que hacía tanto tiempo había aprendido: “Si alguna vez el vinillo / te hiciera daño, / échale un remendillo / del mismo paño.”
Intentó levantarse, para poner en ejecución el remedio, pero no pudo. Había sido muy grande la cogorza para que pasaran tan pronto sus efectos.
Contrariado por la impotencia, y algo más sereno, puso la vista, al acaso, en el conjunto de su desahogo estomacal, que provocó en su mente una especie de balance de sus consumiciones mañaneras, diciéndose:
-El tintillo que me dio el compadre. Compadre de mi alma, ¿por qué me dió usté tintillo? ¿No sabe usté que ese vino no me sienta nunca bien y que me marea más que el blanco? ¡No me dé usté más tintillo, compadre! … Chorizo -continuó en su examen referido-. El chorizo que se empeñó Migué que comiera. Casi del mismo coló que el tintillo. Migué, amigo Migué, ¿no sabes tú que yo no pueo con ná de pintura? ¿Válgame Dió, amigo! … ¡Ah, sardinas! … ¡Mal haya sean! … ¡Pescao azú! … ¡Otro coló! … ¡Ná! Está visto, más que visto, que tó lo que no sea blanco me sienta mal … ¡Blanco, venga blanco, y ná más! …
(Con el exclusivo objeto de ambientación, sin ninguna relación con el personaje de esta narración) “La Posá”, en el callejón junto al antiguo mercado de abastos, hacia 1965; figuran Manuel Marín y un amigo. Colección particular Manuel Marín. Fuente: “Conil en la Memoria 2”, p. 89, 2007.
Al punto de estas reflexiones, notó allí, donde miraba con ahínco, la presencia de un gozquecillo6, que había acudido a entresacar algo de lo que Juan Antonio clasificaba “in menti”, agregando éste:
-¡Caya, un perro, aunque sea de los más chicos! ¡Un perrillo, y de coló! ¡Maldito sea! … Pero, Juan Antonio, ¿qué has jecho? … ¡Jesú, Jesú mío! … De eso sí que no me acuerdo yo. Ni caigo, siquiera, en quién me lo pudo da, ni aónde me lo comiera. ¿Ónde me comío yo ese perro? … ¡Qué se yo!
NOTAS DEL TRANSCRIPTOR: [1] Cascaciruelas: 1. m. y f. coloq. p. us. Persona inútil y despreciable. 1. loc. verb. coloq. Afanarse mucho por nada, o sin resultado equivalente al trabajo. Fuente: DRAE. [2] Dipsómano o dipsomaníaco: persona con tendencia compulsiva a embriagarse con bebidas alcohólicas. Fuente: Wikcionario, “wiktionary.org”. [3] “Salga usted de la cocina”, película de la Paramount, salida de los estudios Joinville-le-Pont, 1931, estrenada en el cine Coliseo de Barcelona, y dirigida por el chileno Jorge Infante. Tan mala fue que se formó un alboroto entre el público, con rotura de butacas, y petición de devolución del importe de las entradas. Fuente: Biblioteca de Cinema, Delmiro de Caralt, octubre 1971. [4] Omar-al-Khyyan (18 mayo 1048 – 4 diciembre 1131), matemático, astrónomo y poeta persa. Fuente: Wikipedia, la enciclopedia libre. https://es.wikipedia.org/wiki/Omar_Jayam [5] Papalina: Embriaguez, borrachera. Fuente: DRAE. [6] Gozquecillo.- Perro pequeño de carácter inquieto y con propensión a ladrar. Fuente: Wikcionario, “wiktionary.org”.
*** Fuente: “AMAPOLAS Y JARAMAGOS: cuentos, anécdotas, narraciones y chascarrillos”, por Luis Briceño Ramírez, p.p. 79-81. Primera edición, Gráficas Morales, Jaén, 1.940.
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