« IDEA VIVA QUE … NACE MUERTA »
La propaganda que en aquella ciudad se había hecho de la conferencia que había de dar en su espacioso teatro aquel señor allí tan desconocido y con tanta fama de ducho en la facultad de hablar de modo eficaz para persuadir a sus oyentes, había despertado en los sectores comprensivos locales, más que expectación, pronunciada curiosidad.
El trabajo realizado para difundir la noticia de la conferencia, fue excedido de lo común y lo suficiente duradero para que llenara su objeto; pero, a su vez, fue labor templada, prudente, muy moderada.
El tema a tratar, por lo abstracto, dio un poco que hablar y otro poco que pensar: se titulaba “IDEA VIVA”.
No se conocía más.
¿De qué se trataba? … ¿De política? … ¿De ciencia? … ¿De arte? … ¿De economía? … ¿De estadística? … ¿De costumbres? …
Nadie lo sabía, o, al menos, ningún interesado adelantaba nada.
He ahí, posiblemente, el fundamento principal del cauteloso proceder de los organizadores del acto público de referencia. No anticipar nada, no aventurar nada, no explicar nada: limitarse a hacer la apología del orador, pintándole como persona de extraordinaria capacidad, de singular inteligencia para deleitar, para conmover y, sobre todo, para persuadir al más rebelde de sus oyentes.
La característica esencial del acontecimiento era esta: mutismo; esto es, elogio apologético del orador; reserva completa sobre detalles del tema a tratar.
Procedimiento eficaz, a no dudar, para despertar, como llegó a despertar, la vehemencia en el ánimo, operando en sentido de inclinarlo, por natural atracción, excitada por la curiosidad, hacia la concurrencia al acto.
Detalle monumento a Emilio Castelar y Ripoll, de Mariano Benlliure Gil, 1908 Madrid. Fuente: “madrioda360 punto es”.
¿Resultado, en principio, conseguido? … Seguro, indiscutiblemente, el deseado.
No conocemos exactamente la causa, pero sí los efectos.
Llegados el día y la hora, previamente señalados, el teatro rebosaba de público, principalmente de público selecto, aunque la minoría era, en esta ocasión, de esa gente paya, ruda y zafia que, como la mariposa a la luz que la quema, sólo sabe acercarse al sol que le achicharra y le aniquila.
La presentación del orador, fue sencillamente escueta: sin ambages y sin grandes perfiles elogiosos; breve: de corta duración; concisa: con indispensables conceptos y atinada expresión.
La salutación del orador, dirigida a la localidad y a la concurrencia, fue, también, sencilla, reposada y brillante. Tuvo un final muy delicado, bello y elocuentísimo.
Ya metido en materia, habló de la vieja existencia de un sistema universal de organización social, ensayado, parcialmente, con el más feliz de los éxitos, en algunas organizaciones religiosas, cuya vivaz influencia venía subsistiendo vigorosamente, a través de los siglos, no obstante la terrible enemiga que para su desarrollo e implantación generales le había puesto siempre el tan acentuado egoísmo de los que ejercían la autoridad y el poder.
Expresó, así mismo, el excesivo e inmoderado amor así propio, tan generalizado, a su entender, en la sociedad actual, que no poseía, en su creencia, más afán ni más anhelo que la vehemente comezón de su interés y provecho, logrando que los más vieran cada vez con más claridad el repulsivo e intolerable proceder de los menos.
Y ese intenso e innoble egoísmo -añadió-, cada vez más aprisionante e inhumano, amenazaba con provocar violenta e indomable convulsión de odio y destrucción.
Los que como el orador y sus seguidores se daban más cuenta del inminente peligro, tendían a evitarlo, haciendo por conseguir evolutivamente lo que de modo alguno convenía dejar llegar por la violencia.
El sistema que propugnaba con tanto calor y entusiasmo, sacando a la superficie de la propaganda, como idea nueva, renovada por las circunstancias, preconizaba como fundamento primordial, nada menos que la supresión de la propiedad privada y la del régimen individual, jurídico y económico, sustituyéndolo por otro, colectivo, que entrañara la producción en común de todos los bienes y la absoluta igualdad en la repartición de los derechos y de los deberes sociales.
Una simple explicación comparativa -agregaba-, serviría para estimar con toda claridad la profunda diferencia existente entre lo viejo y arcaico y lo existente, y , a su vez, entre esto y lo que estimaba como irremisiblemente inmediato.
Fruto del nogal común (Juglans regia). Fuente: “gualgarden punto com”.
En el nuevo giro imprimido a la oración, trató someramente de lo que era la Botánica y la Arboricultura, y, a seguido, explicó:
-”Hay un árbol, bastante conocido por su empírico cultivo, cuyo fruto es muy alimenticio y de singular y característico sabor, y cuyo nombre, general, es el de nuez. ¡La nuez! … Héla aquí, señores, en toda su realidad palpable.”
El orador exhibe a la concurrencia una nuez en bruto, íntegra, aparentemente acabada de tomar de un nogal. Luego prosigue su oración expresando:
-”Ese fruto que contempláis, de forma ovoide, tiene, como fácilmente se puede apreciar, dos cortezas: una, exterior, correosa, sin jugos apenas, negruzca, caediza, y otra, más interior, dura, parduzca y rugosa, que da paso a la semilla, blanca, comestible, oleaginosa y dulce, defendida, todavía, tras la segunda cáscara, por una telilla leonada, pegajosa y amarga.
-Pues bien, señores -continuó-: analicemos, aunque sea brevemente, estos componentes, comparándolos en sus diferentes clases con los de los gobiernos que hasta ahora hemos conocido en nuestra nación y tendréis una idea exacta y viva del sistema que propugnamos, considerado como idea nueva, dentro de su vejez, que es el mejor antídoto para el veneno del vivir que arrastramos …
Nueces sin la cáscara exterior. Fuente: “agraria punto pe”.
-Esta corteza exterior -prosigue, separando la primera cáscara de la segunda- correosa, negruzca, carente de jugos, representa, sin lugar a dudas, la vieja, decrépita y gastada monarquía, cuyos gobiernos, débiles y decadentes, se doblegaban con tanta facilidad a las exigencias de los menos: simples minorías carentes de cuanto pudiera calificarse de provechoso, de útil, de sustancial; faltos de eficacia, de poder, de vigor, de fuerza de voluntad y de tesón en sus actividades; de ecuanimidad, de mesura y de sensatez en sus actos y juicios; sin contemporizaciones, sin prudencia y astucia encaminadas a sostener una situación tan insegura y dificultosa como la suya; que recorrían la vía, todo cuestas, todo vargas, que se les trazaba; sin más norte ni rumbo que su insaciable ambición y egoísmo, y sin más base de estabilidad para su sostenimiento que la nubosa tradición de su origen, sostenida por el atavismo de la raza …
-Esta otra corteza -seguía, señalando la segunda- rugosa, parduzca, dura, simboliza los gobiernos que, so pretexto de la defensa del interés público, sacan sus funciones del marco de las leyes constitucionales, ejecutándolas comúnmente con asperezas, y violenta, severa y cruelmente; que no dan sin repugnancia, ni sin grandes dificultades; mal acondicionados, broncos por naturaleza; de estilo siempre premiosos y conminativo; secos, rígidos, faltos de tacto, de suavidad, de fluidez y armonía; desenvueltos en tildes oscuras, sombrías; llenos de espesas opacidades; encerrados entre pliegues siempre irregulares y constantemente deformes en el proceder …
-De todos los sistemas de gobierno -argumentaba el orador- existentes hasta ahora; de todas las instituciones estatales, conocidas a través de los tiempos, no hay ninguno que posea las firmes características de bondad, excelencia, equidad y justicia que el que defendemos.
Asistentes a la espera del orador. Fuente: “portaloaca punto com”.
Encajado en el régimen social que propugnamos, se encuentran la blandura y apacibilidad del procedimiento; la propensión natural de dejarse guiar por el sentimiento del deber y de la conciencia; la evidente inclinación hacia el derecho, la razón y la equidad; la imparcialidad serena del juicio; la inquebrantable decisión de que nada sea de nadie y de que todo sea de todos … Todo es buen temple, tranquilidad; sosiego y paz … Todo es provecho, beneficio común … Todo es manso, dulce, agradable …
En todo lo manifestado no hay más exacta comparación que la que acabamos de hacer con la nuez que veis en mis manos. La nuez, como símbolo comparativo de sistemas de gobierno, resulta, como habéis podido apreciar, expresión puntual, fiel y cabal de lo que os he expuesto.
Sólo falta un aspecto de los del fruto en cuestión: el representado, de nuestro sistema social, por la entraña del fruto; es decir, por su contenido principal, por la semilla, comestible, que vais a ver en el acto; sana, apetitosa, de grato saber, alimenticia y nutritiva, cual es, comparativamente, nuestra forma de gobierno, panacea infalible y remedio único para curar radical y totalmente, todo desequilibrio, perturbación y anormalidad social.”
En efecto, casca la nuez, para mostrar su interior, y … al verificarlo resulta que estaba podrida.
Fue la extensa exposición de una idea viva … que nacía muerta.
*** Fuente: “AMAPOLAS Y JARAMAGOS”: cuentos, anécdotas, narraciones y chascarrillos”, por Luis Briceño Ramírez, p.p. 19-23. Primera edición, Gráficas Morales, Jaén, 1940.
No hay comentarios:
Publicar un comentario