CURIOSIDAD.
La curiosidad, ese deseo de saberlo y conocerlo todo, ese vicio -porque vicio es en muchos- de inquirir y averiguar hasta lo que nada importa, tiene gran fuerza atractiva, llega hasta adquirir cierta impetuosidad -vehemencia, pudiéramos decir, mejor- en algunas ocasiones.
Buena prueba de ello es esta nuestra ficción: escuchad, si no, nuestra narración, que no es cuento, y os convenceréis de ello.
Sucedió, entrado ya nuestro siglo, en un apartado rinconcillo de una de nuestras pintorescas y feraces regiones nacionales.
«Joseliyo», un chaval, arriero bastante cabal y cumplido, que, a cambio de frutos y recova, surtía de artículos de necesario consumo a los rurales moradores de un risueño y ameno valle andaluz, caminaba a lomos de un preciado solípedo, en dirección a la finca que servía de morada a uno de sus más acomodados clientes.
Era en una deliciosa y apacible tarde de septiembre, mes que dice adiós al año agrícola.
El sol, en aparente inclinación hacia su ocaso, derramaba oblícuos rayos de áureo resplandor sobre la Madre Tierra, dándole calor y vida. La temperatura, un tanto refrescada por la blanda caricia de agreste y rumorosa brisa, y por las diminutas gotas de rocío, cuya caída comenzaba a iniciarse, era agradabilísima.
Nuestro Joseliyo, que, aparte de la formalidad del negocio, fue siempre alegre , riente y cancionero, cualidades, en especial la última, de que se vanagloriaba sin reservas, por servirle de distracción en sus largas y solitarias caminatas, no cantaba esta vez: no pretendía, como en otras muchas ocasiones, asociar las dulces entonaciones de su melosa voz a los armoniosos arpegios de las avecillas canoras: iba, ahora, pensativo, abstraído, tal como creyente en fervorosa oración.
Alguna idea extraordinaria, sin duda, rebullía en su cerebro, porque hasta no llegar a las inmediaciones de la finca de su destino no consiguió salir de aquel ensimismamiento.
[Ambientación] El recovero llegó antes que «Amazon», Juan Aguilar Barrera. Fuente: “Fuentes de información”, 27 abril 2023.
Ya fuera de él, y previo repetidos manutigios, ejecutados como para recobrarse a sí mismo, nombró, arreándola, su caballería, y, ya en la plenitud de su habitual carácter, gritó a los dueños de la finca en que había penetrado:
-¡Tío Javié, señá Gertrudi! … Hoy ración doble.
-¡Hola!, Joseliyo; ¿y cómo ez eyo? … -contestó el Tío Javié, haciendo alto en su tarea de floreo y escogimiento de frutos, en tanto que su mujer, la señá Gertrudi, preparaba el canje y adquisición de productos.
-Como que mañana dejo er pueblo -contesto Joseliyo, sin interrumpir el intercambio de géneros- pa dí a la ciudá, a ver la Velá, que hogaño van a jacé más divertía y soná que nunca.
-¡Je, je, je! … Juegos e comare, Joseliyo; juego e comare -repitió el Tío Javié. -Mucho d´aquí -continuó, señalando la boca- y´aluego lo mesmo e siempre: ná.
-¡Cá!, no señó, Tío Javié; que antié mesmo vieron sacá d´aquella estación del tren más chirimbolos que ajuá tié un rico. Y si de lo que hablo dua usté tavía -siguió Joseliyo, largándole un pequeño anuncio-prospecto de festejos-, lea usté este papé qu´antié mesmo me dieron pa repartí, y se convencerá del tó, pues tengo buya por acabá y no pueo entretenerme más.
Ávido de curiosidad, tomó el Tío Javié el anuncio-prospecto, que Joseliyo le largara, y, sin contestar, siquiera, la despedida del mismo, se puso a deletrearlo pues otra cosa no sabía, a los tenues rayos del sol, próximo a ocultar su ígneo disco tras la escarpada montaña.
La lectura del anuncio-prospecto, produciendo sus naturales efectos, dejó absorto al Tío Javié.
-¿Por qué -pensaba- no ir a conocer toas aqueyas cosas, para él tan extrañas y sugestivas? ...- Disfrutando buena salud y poseyendo ahorros, como poseía, ¿por qué no presenciar tantas noveaes y rarezas que, aunque no podía comprender bien, espoleaban su rústica curiosidad? ...- Ya sabía él que la Señá Gertrudi, su mujer, económica en extremo, trataría de oponerse a lo que calificaría de derroche, de despilfarro y hasta de locura; pero … ¿no iba Joseliyo, mucho más pobre que él? … ¿No irían, seguramente, tantos otros, en peores circunstancias? ...- Vanos escrúpulos, ¿por qué no ir él, que ni aún hijos tenía? …
Y, en decidida y resuelta actitud, llamó y dijo a la compañera de sus días:
-¡Gertrudi! … ¡Gertrudi! … Ese Joseliyo ma sacao de mis casiyas; prepara dej´agora mis trapujos de gala, que mañana, y bien temprano, marcho también a la ciudá, a ver la Velá. Esas noveaes -agregó- m´han dao tal curiosiá, que seguramente m´jarían enfermá si no las viera.
-Cabalmente me lo figuré -arguyó en destemplado tono la aludida- desde que te vi tan aplicao. ¡Ajajá!, gastando los ahorriyos es como tendremo pa jacé frente a cualquier enfermeá, a una larga sequía o a una mala cosecha.
-No t´apures por tan poco, mujé -replicóle el Tío Javié.- Un día es un día -continuó y toas las sementeras tien uno de zarpa. Además -prosiguió- ni son tan malos los tiempos, ni tan menguaos los ajorro, ni nuestra salú es tan quebradiza.
-Está mu bien, Señó Javié -arguyó, de nuevo, la Señá Gertrudi- ¿Pa qué más charla? … ¿pa qué mas irritación? … Sé, de viejo, qu´eres bastante caprichoso y testaruo, y no tengo humó pa resquemore.- Haz cuanto te den ganas -añadió, aún, la Señá Gertrudi-, pero t´advierto, una vez má, qu´así no s´arreglan las cosas, ni d´esa manera se yega a ningún lao.- Y refunfuñando argumentaciones, se reintegró al ejercicio de sus quehaceres interrumpidos.
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[Ambientación] La fiesta de San Isidro de 1899. Fuente: “ABC” de Sevilla, las curiosas imágenes de San Isidro … en el siglo XIX.
Era muy de mañana: las claridades del alba esfumaban poco a poco las últimas sombras de la noche, permitiendo ver las cosas en su real y verdadera forma.
El Tío Javié, caballero en dócil y ligero burdégano, regresaba a su tranquilo hogar, a su casa hortelana, después de más de una semana de completa ausencia.
El astro del día, apareciendo lentamente por la elevada cresta de la alta montaña, parecía bendecir a la Naturaleza, inundándola de luz; las flores, abriendo sus pétalos al blando beso de sus vivificantes rayos, embalsamaban el ambiente con sus gratos y delicados perfumes, y los pajarillos, en alegre y bullicioso despertar, lanzaban al espacio sus melodiosos gorjeos y armoniosos trinos.
El Tío Javié, ajeno en absoluto al bello despertar de la vida, caminaba preocupado, pensativo. Su imaginación no se apartaba un momento del recuerdo de lo que había visto y escuchado, de tanto como sus atónitos ojos habían presenciado.
-¿Cómo jarían aqueyas cozas? -sepreguntaba in mente.- ¿Cómo volaría aquel hombre, metío en su armatoste, lo mesmo que volaba un pajarraco? … ¿Cómo retratarían a toa aqueya gente, y a toas aqueyas cosas que se veían meneándose, como si estuvieran vivas? … ¿Cómo jarían hablá y cantá, tan bien, aqueya máquina tan chuiquita, que hablaba y cantaba tal como lo jacen las propias personas? … Pues, ¿y aquellas luces tan claras que alumbraban toavía más que la luna en yeno? …
La imaginación del Tío Javié, sumergida en el mar de confusiones que le producían aquellos resultados obtenidos por el estudio y la perseverancia humanos, lo atribuía todo a obra de hechizos y encantamientoss. En su ignorancia supina, ¿cómo iba él a creer aquellas cosas si no las hubiera visto, retevisto y hasta tocado y palpado en alguna que otra ocasión propicia? …
-Ver para creé -repetía una y otra vez, en el colmo de su extrañeza y admiración.
Al cabo de una gran rato, se fue apartando su pensamiento de aquellas preocupaciones, reemplazándolas con el recuerdo de su casa y de su mujer, a quien parecía haber olvidado.
-¿Cómo habría pasado, a solas con los operarios, los días de su prolongada ausencia? -se preguntaba, pesaroso.-¿Cómo le sentarían su mayor tardanza y la ampliación de gastos que él, en su afán de verlo y escucharlo todo, se había permitido?
Con cualquier otra persona con quien tuviera que habérselas, no tendría el Tío Javié cuidado; aunque algo viejo, le sobraban bríos y energía pata todo; pero para con su mujer, tan cicatera, tan obstinada, tan recalcitrante … ¡Para con su mujer tendría para rato!
[Ambientación] De boda en el siglo XIX, Fuente: Museo de Zaragoza.
Con esta depresión de ánimos, llegó el Tío Javié a su apartado y tranquilo hogar.
En su mujer, bastante inquieta por la inesperada prolongación de su ausencia, se había pospuesto todo al cariño conyugal; ella no fue nunca partidaria de los procederes del Tío Javié; pero éste era antes que nada su única familia, su legítimo marido y como tal le quería sin reservas.
Así es que al notar su presencia y verle acercarse indemne, cuando tantas dudas habían torturado su imaginación, salió presurosa a su encuentro, interrogándole con cariñosa ansiedad.
El Tío Javié, que se dio exacta cuenta de las circunstancias, aprovechó tan favorable ocasión y dio suelta a su entusiasmo, diciendo con marcada intención:
-Güena t´has perdío, mujé. He visto cozas, Gertrudi, que no son pa contá: el que no las vea no las pué creé. Y, punto por punto, fue narrando todo cuanto sus ojos habían visto y escuchado sus oídos, exclamando como final de su peroración:
-Un poco caro ha resultao, Gertrudi; pero no tengo ni pizca de escozó.
A lo que, en vez de los temidos reproches, repuso la Señá Gertrudi, también curiosa y entusiasmada:
-Muy bien, Señó Javié: hogaño le ha tocao a usté disfrutá y curioseá a su gusto; el que viene, Dios mediante, nos tocará a los dó.
Y en un vehemente transporte de satisfacción y alegría, selló aquel tratado de paz y avenencia conyugales, abrazando con la efusión de los mejores tiempos a su esposo, cambiando con él un fogoso ósculo juvenil, cuyos sonoros chasquidos acallaron un momento los melodiosos trinos de los pajarillos que, en las ramas de los árboles inmediatos, cantaban, ruidosos, los diálogos musicales de sus dulces amores.
Fuente: “FLORECILLAS DE ESCALIO”, por Luis Briceño Ramírez, p.p. 59-66. Primera edición, Jaén, febrero 1.936.