viernes, 28 de abril de 2023

HEMINGWAY Y CONIL (1961).

Cuando aún resuenan los ecos de las recién celebradas “Jornadas Internacionales de Estudio y Divulgación sobre Ernest Hemingway”, celebradas en esta Villa, entre los días 19 y 23 de abril pasados, llega a mis manos, gracias a la gentileza de nuestro convecino José Antonio Andrés García, un ejemplar del “Diario de Cádiz” del 12 de julio de 1961, donde en su sexta página, muy discretamente, aparece una pequeña reseña de la experiencia de un veraneante de Badajoz, al encontrarse en Conil con el afamado premio Nobel, que envía a la redacción de dicho periódico, al tener conocimiento de la triste noticia de su fallecimiento apenas unos días antes [en la madrugada del 2 de julio de 1961, en Ketchum, Idaho, EEUU.]. Con esto, queda demostrado que, efectivamente, además de referirlo Hemingway, en una carta dirigida a su hijo, estuvo en Conil. Son muchos los lugares del mundo que se atribuyen esa dicha sin ser cierta, tal como pudimos oir en una de las ponencias, pero lo referido de Conil posee toda la verdad.

La transcripción de la reseña es la siguiente:

MI RECUERDO DEL HEMINGWAY QUE CONOCÍ EN CONIL.

A Hemingway le vi una mañana con sol frente a la larga playa baja de Conil. Con su gorra a cuadros, su barba blanca y en mangas de camisa, bajo el sombrajo de <EL PASAJE>, miraba a lo lejos, descansar en las arenas, de proa al mar, las pequeñas barquillas pescadoras y cómo las llenaban con las redes, y, haciéndolas resbalar sobre tacos de madera [parales], las empujaban a las olas, playa abajo. ¿Pensaría entonces, en aquellas otras olas azules del Caribe, sobre las que hizo cabalgar la barquilla del <viejo>, acosada de atunes?.

Tímidamente me acerqué a él y le pedí su autógrafo. Me miró sorprendido. No esperaba, quizá, semejante petición en el silencio de aquella terraza pueblerina, en medio de unos hombres, de piel morena, que fumaban mirando vagamente los velámenes recosidos de unas barcas acercándose a la costa.

Pero, amablemente, apartó con suavidad, con sus duras manos de boxeador, la copa de su <whisky> y escribió <PARA EL LECTOR DE CONIL, EL PUEBLO MÁS BONITO DE ESPAÑA. ERNEST HEMINGWAY>.

Confieso que sentí sonrojo ante esta alabanza, que tomé como un tópico vulgar, para salir del paso. Pero luego supe, que Hemingway admiraba Conil, donde iba, con frecuencia, con su entrañable amigo ANTONIO ORDÓÑEZ. Conocía muy bien sus estrechas y encaladas calles, su pequeño jardincito municipal, cuando un alcalde se entretuvo en coleccionar pacientemente pájaros de casi todo el mundo y, sobre todo, conocía su bellísima playa silenciosa, como dormida, de aguas claras, arenas de oro y pinos verdes.

Una vez más venían a descubrirnos las bellezas de España catadores extranjeros. Ahí estaba, si no, toda aquella legión de suecos y noruegos con sus cámaras tomavistas y pantalones cortos, sus sirenas con <bikinis> y mambos de extravagantes colores, que llegaban deseosos de admirar aquel pueblo que tanto habían oído alabar en su tierra.

De Hemingway sólo he leído, con un eco de mis mejores lecturas barojianas, su novela <El viejo y el mar>. Pero más y mejor que esto, yo no olvidaré nunca aquel su aspecto de viejo atleta de pelo blanco, vestido leve y juvenilmente, y aquel su amable y risueño gesto al entregarme su escrito.

Ahora, en este caluroso verano pacense, cuando he leído en los periódicos la noticia de su muerte, he vuelto a acariciar entre mis manos este preciado recuerdo, y he añorado aquella mañana, con sol, cuando vi a Hemingway frente a la larga playa baja de Conil, EL PUEBLO MÁS BONITO DE ESPAÑA>.

Francisco Rubio Fernández.” 

Fuente: “DIARIO DE CÁDIZ”, Año XCV, Núm.: 31412, p. 6, del miércoles, 12 de julio de 1961; agradecimiento a José Antonio Andrés García, que por la meticulosidad de un familiar se ha recuperado este documento, del que oportunamente se dio cuenta a la organización de las Jornadas. 

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