De como una chica que, hasta los catorce años, veraneaba habitualmente con su familia en CONIL, allá por los años sesenta y setenta del siglo pasado, estando trabajando, ya adulta, como documentalista en el Archivo General de Indias en Sevilla (AGI), junto a otra Licenciada en Historia, encuentran un papel con la siguiente anotación: “Juan Basallote, vecino de CONIL, preso en Cádiz por robo en el naufragio del SOBERBIO”. Esta casualidad y las relaciones personales con esta Villa y ese apellido, les hizo remover legajos en busca de más información, fruto de ello es el artículo que en varias entradas se va a transcribir en este blog, contando con la debida autorización.
El navío naufragado en la playa de La Barrosa nació como mercante en 1738, originalmente llamado “San Francisco de Asís”, propiedad del mercader gaditano Guillermo Terry y Ronan, que sin ser estrenado como tal fue incorporado a la Armada por la Corona Española, reinando Felipe V, al declararse una guerra contra Gran Bretaña.
La tragedia del naufragio se plasmaba con toda nitidez y crudeza en cuantos documentos consultaban, dominando el robo de los restos llegados a la playa por los vecinos de los pueblos cercanos, como CONIL y Chiclana. Así recordaron lo oído tiempo atrás a la anciana conileña María Basallote que contaba “… como, cuando llegaba noticias de un naufragio, los vecinos corrían a la costa, envueltos en manta para ocultarse en la noche y poder saquear entre los restos …”.
Dibujo de un naufragio. Fuente: “Fundación legado de las Cortes”, 31 diciembre 2016.
[VIENE del 18 de agosto]
Nota: Todo el texto escrito en letra cursiva, itálica o bastardilla, se corresponde a la transcripción original del artículo. Las imágenes han sido seleccionadas por el transcriptor, con indicación de la fuente y autoría siempre que ésta haya sido posible identificar.
« Al amanecer de este día 2 [de febrero] llegaron de Chiclana hombres a caballo enviados por don Pablo Aguado y Rojas. Tampoco fueron suficientes, porque los asaltantes seguían siendo muy superiores en número y no respetaban ni las armas que blandían los soldados. Apenas habían dejado cosa de provecho en la playa y el escenario era desolador, como bien escribía uno de los presentes: “Ha amanecido Dios para ver más lástimas de maderos y cuerpos muertos. Hemos pasado a la orilla abrigados con los fragmentos del navío, sin más refrigerio que la candela” (14).
[Ambientación] “La última ola”, 1893. Óleo sobre lienzo, 250x224cm. Emilio Ocón y Rivas, (Peñón de Vélez de la Gomera, Málaga, 1845 – Málaga, 1904). Museo Nacional del Pardo. Fuente: “pinterest punto es”.
El presidente de la Casa de Contratación, don Francisco de Varas y Valdés [1], recibió en Cádiz la noticia del naufragio a primera hora de la mañana del día 2. Rápidamente despachó a don Carlos Valenciano [2], secretario contador mayor y juez oficial de la Casa, y a don Andrés Francisco de Argomedo y Velasco, prior del Consulado, los cuales salieron inmediatamente hacia La Barrosa a caballo, utilizando también la barca del río de Sancti Petri [3], pero no pudieron llegar hasta las siete y media de la tarde a causa del temporal y de la crecida de los arroyos. Llegó también una compañía de 50 soldados de infantería, convenientemente armados para organizar rondas y contener la revuelta de los vecinos. En el camino habían topado con varios marineros supervivientes de la desgracia, DESNUDOS Y EXHAUSTOS, algo extraño pues lo lógico es que se hubieran quedado en la playa reponiéndose y esperando ayuda. Quizá se escabulleron porque llevaban encima objetos que robaron en medio del desconcierto del naufragio. El temporal no cesaba, no había más abrigo que las hogueras y se dieron órdenes para que de Chiclana se trajesen alimentos y bebidas con que atender a todos los que allí estaban. Igualmente se dispuso que con las maderas y trozos de velas procedentes del naufragio se fabricasen de urgencia unas cabañas como refugio improvisado. Las autoridades, viendo que el casco estaba a poca distancia, ordenaron que acudiesen SEIS BUZOS expertos y VEINTE TRABAJADORES de la Aduana de Cádiz. Don Carlos Valenciano consideró que había que traer trabajadores de esta ciudad y no de los pueblos cercanos, puesto que no se podía confiar en los mismos que habían cometido los robos.
[Ambientación] “Lanzamiento de bote salvavidas”, Thomas Rose Miles (1869-1910). Fuente: “pinterest punto es”.
Durante los primeros días el mar arrojó parte de la carga, y la ropa de algunos cajones se entregó a los supervivientes para que se abrigasen con ella. Se encontraron por la arena muchos objetos de plata labrada, de ajuar doméstico y de culto religioso, imágenes de santos, bolsas con dinero e incluso un cuadro de la vizcondesa de Tuspango (doña Antonia María de Noroña Alencastre Silva y Meneses, esposa del teniente coronel don Miguel de Sesma y Escudero, capitán de Dragones y sargento mayor de la plaza de Veracruz ), pero TODO ELLO FUE SAQUEADO y conocemos su existencia porque se consiguió que fuera devuelto en los siguientes días bajo secreto de confesión a los frailes y curas del lugar, a cambio de un 8 por 100 de su valor. Fue la única manera de recuperar algo de lo robado. Curiosamente, los soldados que recorrían la playa no encontraron apenas nada, con lo cual sólo caben dos posibilidades: que el mar no arrojase nada más de valor, cosa que no nos parece verosímil, puesto que el temporal siguió hasta el día 10, o que LOS MISMOS SOLDADOS SE QUEDABAN LO QUE HALLABAN.
[Ambientación] “Mar agitado”, Edward William Cooke (1811-1880). Fuente: “pinterest punto es”.
Sin embargo, más trágicos eran los despojos humanos que el mar vomitó durante VEINTIDÓS DÍAS, cuerpos desfigurados que llegaron incluso hasta las rocas de cabo Roche; como el de uno de los pasajeros, don José Portillo, encontrado diez días después del desastre y cuya descripción fue la siguiente: “Entre los difuntos ahogados que arrojó la mar a la playa este día a las ocho de la mañana, encontró don Antonio Gaona, cabo principal de Rentas Reales, un difunto con medias de lana encarnadas, ligas verdes, un juboncito alistado de China con camisa y calzones. Por estas señas de su cuerpo y piernas, porque la cara estaba desfigurada, acudió el primer contramaestre Diego Bicheron y lo conoció por don José Portillo, pasajero del navío el “EL SOBERBIO”, sin dudar en nada. Y se llevó el mismo día a la iglesia parroquial de Chiclana donde se enterró (...) con una misa de cuerpo presente, que pagó, y los derechos parroquiales, Juan Martín de Vergara por sola caridad de buen paisano. La mujer del dicho Portillo, doña Melchora Oneto (15), no pareció en la playa, aunque dijeron oyeron haberla enterrado unos caminantes...» (16). Otros cuerpos de pasajeros principales y oficiales que pudieron ser identificados por Bicheron fueron sepultados en la parroquial de Chiclana. A los demás, unos 160, se les enterró en la misma playa. »
[Ambientación] Después de la tormenta. Johannes Hermanus Barend Hoekkoet (1840-1912). Fuente: “pinterest punto es”.
Notas de las autoras:
(14) Carta de don Andrés Francisco de Argomedo y Velasco a don Jerónimo de Arizcun y don José Plácido. Cádiz, 3 de febrero de 1752. AGI, Consulados, 864.
(15) Doña Melchora era la única mujer a bordo.
(16) Documento sin fecha ni firma. AGI, Consulados, 863.
Notas del transcriptor:
[1] Francisco Varas y Valdés (¿?, mediados s.XVII – 1752).- Primer intendente de marina de Cádiz, juez oficial de la Casa de Contratación de Sevilla y presidente de la Contratación, una vez instalada en Cádiz en 1719 y 1725; miembro del Consejo de Indias y teniente general desde 1751. Fuente: Universidad de Sevilla; “grupo.us punto es. Más AQUÍ.
[2] Carlos Valenciano, además de Contador Mayor, Juez, Oficial del Tribunal de Contratación a Indias en Cádiz, el rey Fernando VI le confirió Honores de Ministro de Capa y Espada del Consejo de Hacienda. Fuente: “Gaceta de Madrid”, núm. 28, del martes 11 de julio de 1752, p. 228.
[3] De hecho antiguamente el poblado de Sancti Petri era conocido como “La Barca”, debido a que durante siglos la única comunicación por tierra hacia Cádiz era a través de una barca que atravesaba el caño cerca de su desembocadura. Tal vez su emplazamiento y caminos de acceso coincidían con la vía Heraclea que desde el siglo VI antes de Cristo comunicaba los Pirineos con Gades. De lo que sí existen escritos es de la entrega que D. Juan de Gúzman, Duque de Medina Sidonia, hace a su mayordomo mayor de unos terrenos en la península de Sancti-Petri para que construyera un vivienda y un mesón donde atender a los pasajeros que hacían su travesía a Cádiz en la conocida como la barca, esto fue en 1459. La instalación debiera de haber tenido unas maromas bien tensadas entre una y otra banda para garantizar que a la barca no se la llevara la corriente de la vaciante en aquella zona. Restos de estas estructuras todavía son visibles, tanto en la "otra banda" cerca de la batería de Urrutia como en ésta, muy próximas a la casa del "farista". En ocasiones las maromas se transformaban en cadenas para evitar la entrada de piratas o embarcaciones enemigas hacia el saco de la bahía de Cádiz. Fuente: “La Barca de Sancti Petri”, José de Mier Guerra, 24 enero 2010, Diario de Cádiz.
[Ambientación] El barco que se tambalea. Johannes Hermanus Barend Hoekkoet (1840-1912). Fuente: “pinterest punto es”.
Fuente: “El SOBERBIO. Naufragio y rescate de un navío en el siglo XVIII”, por Genoveva Enríquez Macías (Universidad de Sevilla) y Victoria Stapells Johnson (Universidad de Ottawa, Canadá). Revista de Historia Naval; Instituto de Historia y Cultura Naval Armada Española; N.º 93, Año XXIV, 2006, pp. 33-56. // Tesis doctoral: “Guillermo Terry, armador en Cádiz y su navío SOBERBIO. Guerra y comercio en la primera mitad del siglo XVIII”. Autora, Genoveva Enríquez Macías, Director-Tutor, Pablo Emilio Pérez-Mallaína Bueno. Universidad de Sevilla, febrero 2023.
[CONTINUARÁ el próximo 01 de septiembre]
No hay comentarios:
Publicar un comentario