El
pasado día 29 de abril, 46º de confinamiento debido al covid-19,
buscando el significado de la palabra conil,
en el contexto de la aparición de dicho vocablo en un grabado
francés de principios del siglo XVII, mi amigo de facebook, Charles Rosmann, aparte de esclarecer el dilema, me deslizó una pista sobre
un paisano suyo, francés, que allá sobre
sobre el siglo siguiente,
estuvo recorriendo estas tierras o
tomando buena nota de otros
viajeros que sí lo habían hecho,
para darla a conocer. La moda
de los libros de viajes estaba en todo su apogeo, característica del
dieciochesco. Durante años
se empeñó en recorrer casi
todo el mundo, y así lo
reflejó en una amplia colección de libros denominados “Le
voyageur français, ou la
connaissance de l´ancien et du nouveau monde”,
reuniendo en total veintiséis
tomos, pero
sólo los seis primeros son exclusivos de sus propios viajes, y el
resto de traducciones de otros viajeros.
Después, como “El viagero
universal”, traducido también al español, corregido e ilustrado
por Don Pedro Estala Ribera, prebístero
(que así, en siglas,
aparecía en sus portadas, D.P.E.P.),
acumula un total de cuarenta y dos volúmenes.
Este
era Joseph de la Porte
(1714-1779),
cura arrepentido, como se
suele decir por aquí, que dejó los hábitos de la Compañía de
Jesús, al conseguir tener mucho éxito como literato, destacando sus
obras de teatro, y, sobre todo, como crítico literario y periodista;
no obstante, es más conocido, sin menospreciar las actividades
mencionadas anteriormente,
como compilador de abundante obras ajenas.
En
cuanto a lo que más me interesa, descubro que Google dispone en su
eBook gratuito, del tomo XVI, de 1772, de “Le
voyageur français”, que es
el dedicado al viaje a España, donde
hay varias referencias de
CONIL,
que me apresuro a rescatar (mejor diría: recortar y pegar), para
crear una nueva entrada en
este blog, procurando
hacer una aceptable traducción, que podamos comprender los futuros
lectores.
TRADUCCIÓN:
"Después de Sevilla y Cádiz, las principales ciudades del antiguo reinode Andalucía son Gibraltar, Tarifa, Algeciras, Rota, Conil, Medina-Sidonia, Jerez, Sanlúcar, Arcos, Almonte, Palacios, Gerena, Osuna, Ecija, Baeza, Andújar, Jaén, Úbeda, Córdoba, etc.
Gibraltar
es un monumento eterno a la debilidad de los españoles, que pueden
quitárselo de las manos a
los ingleses. Estos últimos mantienen una gran guarnición allí y
le agregan nuevas fortificaciones todos los días. Todos son
conscientes de las ventajas que derivan de este puerto, así como de
Port-Mahon, que les da comercio en el Mediterráneo. La ciudad está
ubicada a los pies y en la parte occidental de una roca empinada,
solo con
una pequeña lengua de tierra que no excede la altura del agua.
Este
podría ser el tipo de almadraba que vio o les explicaron a Joseph de
la Porte,
donde los atunes eran sacados mediante capturas con
anzuelos 1775.
En el
momento de la invasión de los moros, un general de sus tropas,
llamado Tarif, que había desembarcado
al pie de este promontorio, permaneció allí a pesar de los
esfuerzos de los godos y le dio su nombre, que se une al de Montaña,
Gébel, formando,
por corrupción, el nombre de Gibraltar. En su cima hay una magnífica
explanada, desde la cual la vista se extiende más de treinta leguas
hacia el Mediterráneo. Construyeron
una torre alta allí, donde siempre hay un centinela para descubrir
los barcos
que navegan en el estrecho. Este hombre da aviso tan pronto como
aparecen, encendiendo tantos fuegos, como él ve naves.
Atunes
colgados para su desangre. Detalle grabado de Joris Hoefnagel (s.
XVI).
Fue
cerca de Algeciras
que los moros, llamados por el conde Julian,
hicieron su primer desembarco
en
España. Permanecieron dueños de ella durante setecientos años; y
como eran muy laboriosos, hicieron de este país un lugar de deleite.
Vemos un castillo allí, que los habitantes dicen que es el del conde
Julian;
y si creemos en los españoles, este castillo todavía recibe de vez
en cuando la visita de su antiguo dueño,
que viene a contemplar los tesoros que ha escondido allí y a
maltratar a las personas que encuentra allí. Los curiosos son
conducidos a las bodegas, que son vastas bajo tierra, como las del
observatorio de París. Vemos cristalizaciones colgando de las
bóvedas, como pedazos de hielo; al
romperlos con martillos, caen piezas que a cuatro hombres les
resultaría difícil de transportar.
Descuartizado
(ronqueo) y salado. Detalle grabado de Joris Hoefnagel (s. XVI).
El
pueblo de CONIL
es famoso por la pesca de atún, que todavía es muy abundante allí.
Conocimos
a este pez enorme, barrigón, cubierto de escamas grandes y una piel
delicada, que tiene un hocico puntiagudo y grueso, dientes afilados y
pequeños, branquias dobles, cada una acompañada de dos aletas, y el
dorso en negro. Su amplia cola en forma de media luna hace casi toda
la fuerza y defensa.
Él es, además, muy temeroso; y el más mínimo ruido lo hace huir
al
fondo,
donde las redes se estiran para llevarlo. Estas trampas se llaman
almadrabas.
La entrada es fácil y la salida difícil. Si el atún quiere
salirse,
lo evitan los hombres que van
en pequeños botes alrededor de la almadraba;
y después de intentar algunos esfuerzos, permanecen
en silencio en su prisión, hasta que los pescadores los
arrastran a tierra
y los
matan.
La
sal era imprescindible para la conservación del atún.
Detalle
grabado de Joris Hoefnagel (s. XVI).
Estos
peces nadan en grupo
y se siguen como ovejas; de modo que tan pronto como uno ve a otro
entrando a la
boca
de las
redes, uno está seguro de que todos los demás se arrojarán tras
él. Conocemos su presencia
por el ruido que hacen al agitar violentamente el agua del mar.
También en
línea está
la
pesca,
en barcos siempre a la
vela.
El anzuelo está cubierto con una tela vieja o una pequeña bolsa
cortada en forma de sardina, que
al
atún le
parece
muy inofensiva;
y como son al mismo tiempo muy voraces, se tragan con ganas el
anzuelo. Cada bote a veces trae más de cincuenta, que mueren tan
pronto como son atrapados. Los colgamos de la cola; abren sus
estómagos para quitarles
las entrañas; y los cortamos en secciones. Su carne, que se asemeja
a la de un ternero, es firme y muy nutritiva.
Lo comemos asado; también lo ensalamos
para preservarlo; o puedes marinarlo, cocinándolo con aceite y sal;
y póngalo en barriles con aceite nuevo, pimienta molida, clavo y
laurel.
Embarrilado
del atún para su transporte a los destinos consumidores.
Detalle
grabado de Joris Hoefnagel (s. XVI).
Los habitantes de CONIL
hacen un gran comercio de ella. Cargan barcos para Italia, donde
sirve como alimento para las tripulaciones de las galeras
mediterráneas. Los duques de Medina-Sidonia, señores
de esta ciudad, capturan
cada año más de cincuenta mil coronas. El atún es un pez muy
grande: hay algunos que miden hasta diez pies de largo; los más
comunes tienen siete u ocho, que pesan alrededor de ciento cincuenta
libras. El verano es la temporada normal
para esta pesquería."
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