domingo, 18 de octubre de 2020

CONIL VISTO POR UN “GUIRI” (1772).

El pasado día 29 de abril, 46º de confinamiento debido al covid-19, buscando el significado de la palabra conil, en el contexto de la aparición de dicho vocablo en un grabado francés de principios del siglo XVII, mi amigo de facebook, Charles Rosmann, aparte de esclarecer el dilema, me deslizó una pista sobre un paisano suyo, francés, que allá sobre sobre el siglo siguiente, estuvo recorriendo estas tierras o tomando buena nota de otros viajeros que sí lo habían hecho, para darla a conocer. La moda de los libros de viajes estaba en todo su apogeo, característica del dieciochesco. Durante años se empeñó en recorrer casi todo el mundo, y así lo reflejó en una amplia colección de libros denominados “Le voyageur français, ou la connaissance de l´ancien et du nouveau monde, reuniendo en total veintiséis tomos, pero sólo los seis primeros son exclusivos de sus propios viajes, y el resto de traducciones de otros viajeros. Después, como “El viagero universal”, traducido también al español, corregido e ilustrado por Don Pedro Estala Ribera, prebístero (que así, en siglas, aparecía en sus portadas, D.P.E.P.), acumula un total de cuarenta y dos volúmenes.
Este era Joseph de la Porte (1714-1779), cura arrepentido, como se suele decir por aquí, que dejó los hábitos de la Compañía de Jesús, al conseguir tener mucho éxito como literato, destacando sus obras de teatro, y, sobre todo, como crítico literario y periodista; no obstante, es más conocido, sin menospreciar las actividades mencionadas anteriormente, como compilador de abundante obras ajenas.
En cuanto a lo que más me interesa, descubro que Google dispone en su eBook gratuito, del tomo XVI, de 1772, de “Le voyageur français”, que es el dedicado al viaje a España, donde hay varias referencias de CONIL, que me apresuro a rescatar (mejor diría: recortar y pegar), para crear una nueva entrada en este blog, procurando hacer una aceptable traducción, que podamos comprender los futuros lectores.




TRADUCCIÓN:

"Después de Sevilla y Cádiz, las principales ciudades del antiguo reinode Andalucía son Gibraltar, Tarifa, Algeciras, Rota, Conil, Medina-Sidonia, Jerez, Sanlúcar, Arcos, Almonte, Palacios, Gerena, Osuna, Ecija, Baeza, Andújar, Jaén, Úbeda, Córdoba, etc.

Gibraltar es un monumento eterno a la debilidad de los españoles, que pueden quitárselo de las manos a los ingleses. Estos últimos mantienen una gran guarnición allí y le agregan nuevas fortificaciones todos los días. Todos son conscientes de las ventajas que derivan de este puerto, así como de Port-Mahon, que les da comercio en el Mediterráneo. La ciudad está ubicada a los pies y en la parte occidental de una roca empinada, solo con una pequeña lengua de tierra que no excede la altura del agua.

Este podría ser el tipo de almadraba que vio o les explicaron a Joseph de la Porte, 
donde los atunes eran sacados mediante capturas con anzuelos 1775.

En el momento de la invasión de los moros, un general de sus tropas, llamado Tarif, que había desembarcado al pie de este promontorio, permaneció allí a pesar de los esfuerzos de los godos y le dio su nombre, que se une al de Montaña, Gébel, formando, por corrupción, el nombre de Gibraltar. En su cima hay una magnífica explanada, desde la cual la vista se extiende más de treinta leguas hacia el Mediterráneo. Construyeron una torre alta allí, donde siempre hay un centinela para descubrir los barcos que navegan en el estrecho. Este hombre da aviso tan pronto como aparecen, encendiendo tantos fuegos, como él ve naves.

Atunes colgados para su desangre. Detalle grabado de Joris Hoefnagel (s. XVI).

Fue cerca de Algeciras que los moros, llamados por el conde Julian, hicieron su primer desembarco en España. Permanecieron dueños de ella durante setecientos años; y como eran muy laboriosos, hicieron de este país un lugar de deleite. Vemos un castillo allí, que los habitantes dicen que es el del conde Julian; y si creemos en los españoles, este castillo todavía recibe de vez en cuando la visita de su antiguo dueño, que viene a contemplar los tesoros que ha escondido allí y a maltratar a las personas que encuentra allí. Los curiosos son conducidos a las bodegas, que son vastas bajo tierra, como las del observatorio de París. Vemos cristalizaciones colgando de las bóvedas, como pedazos de hielo; al romperlos con martillos, caen piezas que a cuatro hombres les resultaría difícil de transportar.

Descuartizado (ronqueo) y salado. Detalle grabado de Joris Hoefnagel (s. XVI).

El pueblo de CONIL es famoso por la pesca de atún, que todavía es muy abundante allí. Conocimos a este pez enorme, barrigón, cubierto de escamas grandes y una piel delicada, que tiene un hocico puntiagudo y grueso, dientes afilados y pequeños, branquias dobles, cada una acompañada de dos aletas, y el dorso en negro. Su amplia cola en forma de media luna hace casi toda la fuerza y defensa. Él es, además, muy temeroso; y el más mínimo ruido lo hace huir al fondo, donde las redes se estiran para llevarlo. Estas trampas se llaman almadrabas. La entrada es fácil y la salida difícil. Si el atún quiere salirse, lo evitan los hombres que van en pequeños botes alrededor de la almadraba; y después de intentar algunos esfuerzos, permanecen en silencio en su prisión, hasta que los pescadores los arrastran a tierra y los matan.

La sal era imprescindible para la conservación del atún. 
Detalle grabado de Joris Hoefnagel (s. XVI).

Estos peces nadan en grupo y se siguen como ovejas; de modo que tan pronto como uno ve a otro entrando a la boca de las redes, uno está seguro de que todos los demás se arrojarán tras él. Conocemos su presencia por el ruido que hacen al agitar violentamente el agua del mar. También en línea está la pesca, en barcos siempre a la vela. El anzuelo está cubierto con una tela vieja o una pequeña bolsa cortada en forma de sardina, que al atún le parece muy inofensiva; y como son al mismo tiempo muy voraces, se tragan con ganas el anzuelo. Cada bote a veces trae más de cincuenta, que mueren tan pronto como son atrapados. Los colgamos de la cola; abren sus estómagos para quitarles las entrañas; y los cortamos en secciones. Su carne, que se asemeja a la de un ternero, es firme y muy nutritiva. Lo comemos asado; también lo ensalamos para preservarlo; o puedes marinarlo, cocinándolo con aceite y sal; y póngalo en barriles con aceite nuevo, pimienta molida, clavo y laurel.

Embarrilado del atún para su transporte a los destinos consumidores. 
Detalle grabado de Joris Hoefnagel (s. XVI).

Los habitantes de CONIL hacen un gran comercio de ella. Cargan barcos para Italia, donde sirve como alimento para las tripulaciones de las galeras mediterráneas. Los duques de Medina-Sidonia, señores de esta ciudad, capturan cada año más de cincuenta mil coronas. El atún es un pez muy grande: hay algunos que miden hasta diez pies de largo; los más comunes tienen siete u ocho, que pesan alrededor de ciento cincuenta libras. El verano es la temporada normal para esta pesquería."

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