jueves, 20 de noviembre de 2025

HISTORIAS DE LUIS BRICEÑO, 44.

¡AH!, ¿NO ERAS TÚ? ...

Apenas recibida la bendición nupcial, marcharon los nuevos esposos al domicilio de ella, sin más tiempo que el indispensable para trocar el traje de ceremonia por el de viaje, tomando inmediatamente el tren rápido1 que había de conducirlos, minutos después, hacia Sevilla, Córdoba, Toledo, Madrid, Zaragoza y Barcelona, para bajar, después, por Valencia, Granada y Málaga, a la ciudad de su habitual residencia.

[Ambientación] Recién casados a principio del siglo XX. Fuente: “juandegarciatristante.blogspot.com”, 19/12/2014. 

Ella era hija única de un matrimonio retirado ya de todos los negocio, que vivía de la renta de los que durante muchos años había emprendido. Algo madurita de edad, era bastante bien parecida, conservando todos los encantos de su juventud y todos los atractivos naturales que cautivan el ánimo, especialmente del género masculino. Muy educada, bastante instruida, era lo que se llama un partido singular en los de la clase juvenil.

Él, joven aún, pues apenas había cumplido la mayor edad, hijo de buena familia, acababa de obtener, tras brillante oposición, la plaza de asesor jurídico, que con tanto acierto desempeñaba. Muy estudioso, muy serio y muy formal, desde sus más tiernos años, no había tenido más recreos que el modesto veraneo de los suyos; más pasatiempo que sus estudios y lecturas predilectas; más solaz que el circunspecto noviazgo con la que ya era su querida esposa.

El vagón ferroviario en que iban instalados, estuvo, al principio, bastante concurrido; pero en las primeras estaciones fueron quedando viajeros, hasta quedar reducidos a nuestros recién casados, a otro matrimonio, ya de edad, que parecía dormitar en plena digestión del reciente almuerzo o a impulsos del blando balanceo, y un tipo flamencote, que más bien parecía perillán1 que persona decente.

Nuestro matrimonio se había colocado uno frente al otro, y, así, se miraban con el arrobo natural de los enamorados y se decían en voz quedita las dulces palabras que conjuga el amor insatisfecho.

[Ambientación] Interior de un vagón de tren, similar al usado por los protagonistas de esta historia. Fuente: “es.pinterest.com”. 

Al pasar el primer túnel de los muchos, seguidos, del trayecto, hubo entre los enamorados una cosa así como intento o conato de caricias, que quedó en la intención, por la escasa duración de la oscuridad, acto que, a juicio del perillán, se había repetido al paso de los siguientes túneles. El narrador no puede responder de esas apreciaciones, por lógicas y naturales que las encuentre.

Lo que sí puede asegurar, por la versión que del hecho llegara luego a su conocimiento, es que, pasado el túnel más largo y más oscuro de todos los existentes en aquella red ferroviaria, y decimos el más oscuro por la avería inarreglada existente en el alumbrado del convoy, el perillán había desaparecido del vagón en que viajaba, junto a los recién desposados, y que el joven esposo, aprovechando la mayor soledad en que se encontraban, dijo, siempre «sotto voce», a su amada consorte:

-¡Qué lástima no haber aprovechado el ratillo de oscuridad pasado para haberte entregado toda mi alma en un beso mudo, prolongado! …

A lo que la joven esposa, toda ruborizada y sorprendida, exclamó:

-¡Ah!, pero … ¿no eras tú? 

NOTAS DEL TRANSCRIPTOR: [1] Tren rápido.- Avanzado el siglo XX, era muy común designar a muchos trenes interurbanos, de larga distancia, como “rápidos”, sin que ello tuviera nada que ver con la velocidad en el sentido actual. Las locomotoras se movían fundamentalmente a vapor, y las velocidades podrían rondar entre los 60 y 100 Km/h. Fuente: Experiencia propia de los años sesenta. [2] Perillán.- Persona pícara, astuta. Usado también como adjetivo. Fuente: DRAE. 

*** Fuente: “AMAPOLAS Y JARAMAGOS: cuentos, anécdotas, narraciones y chascarrillos”, por Luis Briceño Ramírez, p.p. 91-92. Primera edición, Gráficas Morales, Jaén, 1.940.  

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