AGRADECIMIENTO GITANO.
De todas las gitanas que vivían en aquella población, quizá fuera Angustias la única que careciera de apodo conocido. Todos la llamaban por su nombre de pila, y diciendo la Angustias, ya se sabía que se trataba de la referida “cañí”1.
Angustias no era de allí. Había nacido y había sido bautizada en la mismísima Granada, y en el mismísimo corazón del pintoresco barrio del Albaicín. Pero …, lo que son las cosas. Como su marido, por una fácil equivocación, de las muchas que ya llevaba padecidas, tomó del manchón del ejido público el burdégano2 de aquel tan delicado convecino, tan nuevo, tan gordo, tan dócil y tan valioso y deseado, en vez del borriquillo esquelético y derrengado que poseía, deslumbrado, tal vez, por la argentina claridad de una hermosa noche de luna llena, pues, la verdad, tuvo la precisión de aceptar el hospedaje gratuito que le proporcionó la representación, en aquel partido judicial, de la segunda de las virtudes cardinales3.
[Con el sólo objeto de ambientación] Algibe de la calle San Luis, 1936. Fotos antiguas de Granada. Fuente: “granada.org”.
Y Angustias, su mujer, que tanto lo quería, y que estaba unida a él con la misma fuerza atractiva que despliega la lapa para adherirse a la piedra, se vio obligada a mudar de residencia, trasladándose a la provisional de su marido, con todo el bagaje de su numerosa prole, que la componían, a la sazón, nada menos que siete churumbeles, que cabían todos en una de las canastas de mimbre que la madre confeccionaba y vendía. El proceso judicial en que estaba tan bien envuelto su marido, por las muchas complicaciones que lo presidían, nacidas, todas ellas, de la insidia de tanto envidioso como existía, no tenía cuando declararse concluso, y Angustias se desesperaba al tener que matarse luchando y trabajando para atender primordialmente a la ayuda que prestaba a su cónyuge querido -tabaco, vinillo y alguna que otra cantidad para los entretenimientos- y al sustento de la prole.
También contribuían, y no poco, a acibararle4 el vivir, aquellas puyas emponzoñantes de las compañeras, que sólo veían en la forastera la competencia que les hacía.
Así es que raro era el día que no tenía que andar a la greña, con aplicación de contundencias más o menos efectivas, con aquellas egoístas, mal «nacías», que no tenía la más mínima comprensión, para darse cuenta de las circunstancias, ni poseían la menor pizca de sentimientos humanos, para compadecerse de aquella situación tan especial como eventual y pasajera.
Las otras, las indígenas, la injuriaban y aperreaban sin cesar, y Angustias de veía compelida a corresponderles cumplidamente con las defensas de aquella potente voz, que ahogaba al punto el conjunto de todas las contrarias, y aquellos férreos brazos y fuertes manazas, que tan bien las vapuleaba.
De ese modo pasaba aquel tiempo, duro y agobiador, sin más variante que rompiera su monotonía que aquellos alborotos escandalosos, encendedores de su sangre agitada y enardecedores de sus nervios, de por sí solos indomables, que cuanto más grandes y frecuentes eran, más iban siendo condenadas por el pacífico vecindario.
[Con el sólo objeto de ambientación] Gitanas posando con un burro, en la feria de ganado de Sevilla de 1920. Fuente: Centro de Estudios Andaluces, enero 2017.
Precisamente por eso, el señor juez municipal, persona dotada de corazón bondadoso, dentro de la rectitud de sus procederes, tuvo necesidad de sermonearle un día a Angustias, acusada de escándalo y malos tratos:
-Mira, Angustias de mis pecados: esta es la décima o undécima vez que compareces ante mi autoridad, acusada por tus compañeras. Hasta aquí, debido a la debilidad de mi carácter hacia tu desvalimiento, y a las especiales circunstancias que en ti concurren, he venido disimulando tus repetidas faltas, violentando mis sentimientos de rectitud profesional y enfrentándome con el juicio y hasta con la benevolencia proverbial de mis convecinos; pero como esto tiene su límite, ya no puedo hacerte más concesiones. A la primera vez que vuelvas aquí, acusada, como hasta hora, de promotora de escándalos y agresiones, tomaré providencia inflexible contra tus abusos, volcando contra tus actos todo el peso de la Justicia, aunque tenga que mandar ingresar tus querubines en el Hospicio de la provincia. Anda, anda y, ya sabes. A ser buena y a conducirte como es debido y corresponde.
A la larga y suave admonición del representante de la Justicia, contestó Angustias, toda corrida y avergonzada:
-Esta mu bien, señó jué. Agradezco, como siempre, toas sus bondaes, bien probás. Comprendo que mis calumniaoras son las buenas y únicamente yo la mala. Mu bien, y como yo sé también hacerme justicia, permita Dio que tenga usía muchísima salú y que a mí me entre desde ahora una fuerte calentura, con doló miserere, pero … ¡que se nos quite pronto, de seguía! …
NOTAS DEL TRANSCRIPTOR: [1] Cañí.- Gitano (Individuo de un pueblo originario de la India); gitano, calé, romaní, cíngaro. Sinónimos oa fines a “cañí”. De raza gitana. Fuente: DRAE. [2] Burdégano.- El burdégano, también conocido como macho romo o burreño, es el animal híbrido resultante del cruce entre un caballo y una burra. La mula es el resultado del cruce entre un burro y una yegua. Fuente: Wikipedia, la enciclopedia libre. [3] Segunda virtud cardinal.- Es la Justicia. Son cuatro las virtudes morales de conducta enunciadas por Platón: la prudencia, la justicia, la fortaleza y la templanza. Fuente: Wikipedia, la enciclopedia libre. [4] Acibarar.- Turbar el ánimo con algún pesar o desazón. Sinónimos: amargar, desazonar, apesadumbrar, mortificar, … Entristecer al alguien, llevar pesadumbre o amargura a su vida, pensamiento o ánimo. Fuente: DRAE.
*** Fuente: “AMAPOLAS Y JARAMAGOS: cuentos, anécdotas, narraciones y chascarrillos”, por Luis Briceño Ramírez, p.p. 87-89. Primera edición, Gráficas Morales, Jaén, 1.940.


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