domingo, 17 de enero de 2021

“EL REY DE LAS ALMADRABAS” /5 (2005).

Carlos Algora, consigue en este pequeño extracto del capítulo “Las Almadrabas de la Torre de Guzmán y Castilnovo”, transportarnos al bautismo de fuego de los protagonistas en su primera “saca” de la almadraba, describiendo con todo lujo de detalles y sensaciones esta aventura.


Los almadraberos posan en la playa de “Los Bateles”, sobre 1920, cuando aún se guardaban los enseres de la almadraba en “La Chanca”. Fotografía Benigno Rodríguez Santamaría. Conil en la Memoria II, 2007.

“ … Siempre había un pequeño retén vigilante. De vez en cuando, la tranquila cadencia de las olas se rompía. Comenzaba el gran desafío. Un murmullo se extendía en el momento en que desde la torre Atalaya a la torre de Guzmán y de ésta a la de Castilnovo, las banderas anunciaban un lance de atunes.

Torre de Guzmán, 1970. Juan Capacha.

Torre de Castilnovo, 1977. Juan Bermúdez (diapositiva, mala calidad).

El redoble de tambores despertaba la adormecida tropa, que corría jubilosa hasta sus puestos. Los barcos se disponían en forma de media luna, según la dirección marcada por la bandera. El fuerte sol iluminaba con derroche los rostros expectantes ante la captura que se avecinaba. Los gritos de ánimo y el jaleo alborotaban la arena, antes tan tranquila.

Almadraba de tiro o vista. Lámina VI. Diccionario histórico de los artes de la pesca nacional, 1791. Antonio Sañez Reguart.

Cuando se cerraba la segunda red, comenzaba el fuerte tiro de la jábega, y nosotros empezábamos a jalar con fuerza hacia la orilla …



Varando los barcos de la almadraba en la playa de “Los Bateles”, sobre 1920. Fotografía Benigno Rodríguez Santamaría. Conil en la Memoria II, 2007.

Conforme se aproximaba la doble red a la orilla, el agua bullía de vida aún con más vigor, atunes mucho más grandes que una persona saltaban con fuerza y pánico, buscando superar el primer paño. Los que lo conseguían, quedaban atrapados de nuevo en el otro, del que ya, excepcionalmente, lograban escabullirse …


Alboroto de los atunes al verse presos en las redes. Almadraba Zahara de los Atunes. Detalle foto de Gadira, en atuneate_com.

Cloque, gancho de acero usado en las almadrabas para embarcar el atún (o, antiguamente, para sacarlo a tierra), 2018. Museo Raíces Conileñas. Proponews, Sara Amado Pareja.

Un griterío fiero formaban los cloqueros que, tras tirar del extremo final de la jábega, corrían veloces hacia el mar cuando los atunes estaban próximos a la orilla, en un revuelo impresionante de espumas y coletazos. Con los cloques empuñados clavaban al atún para arrastrarlos a tierra mientras el indefenso animal se batía con la fuerza que le proporcionaba su enorme peso. El agua se removía por doquier adquiriendo un tono rojizo; los harapos de los hombres semidesnudos se desprendían en el fragor de la lucha, de la que algunos quedaban contusionados por los golpes, otros, heridos de gravedad. Los hermosos atunes, antes tan llenos de vida, yacían agonizantes sobre la cálida arena, con brincos, calambres y estertores de muerte.

Detalle de la almadraba de tiro una vez llegados los primeros atunes a la orilla: cloqueros en su faena de arrastrar a los ejemplares capturados a tierra firme y primer traslado a la espalda. La muy noble y muy leal Ciudas de Cadiz. Seve Thynmorvm Piscatio Apvd Gades. Grabado de Joris Hoefnagel, siglo XVI.

Uso del cloque para embarcar el atún. Pinterest.

No habíamos terminado de coger el último atún cuando, desde la Torre de Guzmán, se señaló a la de Castilnovo un nuevo lance de atunes. Un griterío salvaje salió aún de los cuerpos extenuados, que habían de tomar nuevas posesiones; los remeros debían situar las barcas con velocidad y gran fuerza en la posición correcta, dirigidas desde la torre de Castilnovo con movimientos de la banderola y siguiendo las instrucciones del arráez de mar. Nosotros nos preparábamos apresuradamente para tirar de otra jábega, atentos a los golpes de tambores que lo anunciarían.

Vista de las torres de Castilnovo y Roche, 20 junio 2020. Antonio Leal.

Las barcas formaron paulatinamente un semicírculo y envolvieron con la primera red, más fina y de malla ancha, los atunes que se acercaban por poniente. Desde la costa, a todo correr, partió otra embarcación con la jábega, fuerte y con un tupido entramado de cáñamo, para rodear a la primera malla sin perder por un extremo la unión con tierra. El otro cabo de la red fue llevado a los jabegueros que esperaban ansiosos, algunos más adelantados se balanceaban entre las olas. La trampa había funcionado de nuevo; las barcas con gran estruendo y una poderosa algarabía, se arrojaron piedras y otros objetos para evitar que ningún pescado escapase; los tambores sonaron y los látigos cortejaron más de cerca nuestras sudorosas espaldas fatigadas. Yuntas de bueyes tiraban con fuerza junto a los pelaos. El bullir del mar era tremendo, salpicado de burbujas y olas blancas por el forcejeo de los animales apretujados entre las redes. Las pequeñas aletas dorsales de los enormes peces despuntaban nerviosamente, acosados buscaban frenéticamente poder escapar.”

Detalle de la almadraba de Castilnovo, sacado de dibujo del siglo XVII. Archivo Casa Medina Sidonia.

Fuente: “El rey de las almadrabas”, de Carlos Algora Alba. Editorial Algaida, 2005.


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