miércoles, 20 de agosto de 2025

HISTORIAS DE LUIS BRICEÑO, 34.

OBSEQUIE USTED TAMBIÉN A MI COMPAÑERO.

El café que tomaba aquel alcalde y, al mismo tiempo, cacique pueblerino, tenía fama de ser el más puro, el más legítimo, el más aromático y hasta el más exquisito y bien condimentado que se consumía en la localidad y aún en todos los pueblos de aquellos alrededores.

A la tertulia cotidiana del alcalde-cacique, acudían, por tomar aquel tan celebrado café, hasta sus mismos adversarios y enemigos en política, y era fama consolidada la de que más de uno de los triunfos electorales, de los muchos que aquél tenía conseguidos, se los debió a la influencia pecadora de la bondad y excelencia de aquella infusión de semilla del cafeto.

Es verdad que el producto era lo mejor del mercado, y que el adquirente se cuidaba muy mucho de elaborar con toda escrupulosidad la infusión tan apetecida, en su “moderna” cafetera rusa -esto ocurría allá por 1880-, de limpieza impecable y deslumbrante brillo, compactamente rellena del grano de tueste y molido especiales, con filtrado lento, suavemente azucarado con producto de la propia flor de la caña, perfectamente dosificado y manipulado todo ello con la experiencia de una práctica viejamente consumada.

[Al solo efecto de ambientación] Cafetera_rusa antigua. Fuente: “todocoleccion.net”. 

También es cierto que la preparación y el servicio, magnífico por excelencia, se rodeaba de determinada pomposidad seductora, de un ceremonial agradable y de una compostura y circunstancias rayanas en solemnidad simpática y atrayente.

Además, el obsequiador, al hacer personalmente los honores del convite, siempre procuraba rodear el acto de grandeza e importancia sugestivas, que aumentaban el primor y galanura con que lo ofrecía, captándose la voluntad ajena y obrando como el azabache frotado y electrizado capta o se atrae a la brizna de paja.

Cuando la invitación tenía lugar en su despacho oficial, cosa que ocurría con gran frecuencia, se encargaba de los preparativos secundarios uno de los dos guardias municipales que constituían la fuerza de Orden de la localidad, que, a su vez, y en comunidad matrimonial de su esposa, ejercía, también, los oficios de conserje de la Casa-Ayuntamiento.

Este guardia, aficionado y apasionadísimo por la bebida de que hablamos, andaba siempre al cuidado de los restos y sobras de la infusión exquisita, que consumía a sus anchas, paladeándola con el mismo deleite con que avaro acaricia su tesoro, o el dipsomaníaco [1] apura una copa de vino de cualquier calidad.

El otro guardia municipal, con el que éste que hacía las veces de conserje-portero compartía los servicios de vigilancia y cuidado del Orden, era igualmente gran apasionado del celebrado café, y rabiaba de celos y de envidia cada vez que observaba al otro en los menesteres de la cotidiana invitación, o le escuchaba alabanzas del gustoso y agradabilísimo sabor del moka [2] extraordinario, sin que a él llegaran, casi nunca, para compartir el placer de saborearlos, los sobrantes del codiciado néctar, por cuyo logro perdía la tranquilidad, la paciencia y hasta el sueño.

[Al solo efecto de ambientación] Tres policías municipales del cualquier población española de mediados del siglo XX. Fuente: “castellariegos.com”. 

En cierta ocasión, el alcalde-cacique, que también se sentía, a veces, chancero[3] y amigo de burlerías, quiso corregir con una broma, más o menos pesada, la pasión del guardia-portero y sus alardes de privado ante su compañero, dejando, al efecto, en el servicio del café, mayor cantidad sobrante que de ordinario, pero conteniendo una pronunciada dosis de PURGANTE, perfectamente disimulada.

Al día siguiente, apenas el señor alcalde-cacique penetró en su despacho oficial, se le presentó, todo abatido y sumiso, el guardia-portero, haciéndole la súplica, en forma de perorata, que se traduce aquí, así:

-Señor alcalde: he sufrido las consecuencias de mi desaforada afición a ingerir egoistamente las sobras del afamado café que su señoría sabe preparar tan exquisitamente. No me quejo. Pero me permito suplicarle, con el mayor interés, que llame hoy, para el servicio de invitación, al otro guardia, por no hallarme bien todavía de salud. Y, señor alcalde, obsequie usted también, por lo que más quiera, a mi compañero, dejándole las sobras del mismo café que yo ingerí ayer, porque si, recelando tanto como recela de mí, con la envidia que me tiene, llega a enterarse de la corrección que su señoría me impuso, sucederá algo gordo o trascendental: o enferma y revienta de alegría, o me mata del sofocón interminable que me hace pasar. 

[Al solo efecto de ambientación] Una taza de café humeante. Fuente: “El Periódico”, 9 enero 2023. 

Y se asegura que esta vez, la generosidad del alcalde-cacique, dándose cuenta de la situación que se le había expuesto, dejó complacido al suplicante. 

NOTAS DEL TRANSCRIPTOR: [1] Dipsomaníaco.- Persona dada a la dipsomanía, que es un trastorno caracterizado por un impulso incontrolable de consumir grandes cantidades de alcohol de manera episódica. Aunque este término ha caído en desuso en la literatura médica moderna, sigue siendo relevante para describir ciertas manifestaciones del alcoholismo episódico. Fuente: Clínica Universidad de Navarra. // [2] Moka.- Esta palabra, esencialmente, significa un tipo de café que se elabora a partir de un grano de café específico que originalmente sólo se cultiva en Moka, Yemen. También puede significar una mezcla de café y chocolate, o un saborizante que sabe a éste. Fuente: “nescafe.com”. // [3] Chancero.- Que acostumbra a bromear. Fuente: Diccionario RAE. 

Fuente: “AMAPOLAS Y JARAMAGOS: cuentos, anécdotas, narraciones y chascarrillos”, por Luis Briceño Ramírez, p.p. 69-71. Primera edición, Gráficas Morales, Jaén, 1.940. 

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