A finales del siglo XVII,
Jean-Baptiste Labat fue un precursor de los viajes, impulsado por su
afán evangelizador y sediento de conocimiento. Clérigo francés,
botánico, escritor, explorador, etnógrafo, soldado, ingeniero,
terrateniente,… Nació y murió en París, 1663 y 1738.
VIAJES DEL PADRE LABAT
DE LA ORDEN DE FRAILES
PREDICADORES,
EN ESPAÑA E ITALIA.
TOMO
PRIMERO
EN PARÍS, CALLE SAN JACQUES,
JEAN-BAPTISTE DELESPINE
IMPRESOR-LIBRERO ORDINARIO DEL REY.
CHARLES
J.B. DELESPINE EL HIJO,
LIBRERO
EN SAN PABLO
1730
CON
PRIVILEGIO DEL REY.
CAPÍTULO VII.
Viaje del Autor a Tarifa y al Bloqueo ante la Villa de Gibraltar.
Nos encontramos al llegar a Cádiz cuatro Buques del Rey armado en Corso, como se le decía por cuenta de las Damas. Esta pequeña Escuadra estaba comandada por el Caballero del Aire. Ella había hecho alguna presa de poca importancia y había conducido a Cádiz un Buque Genovés de sesenta cañones, que pretendía estar en el caso de la confiscación. En espera de que sea juzgado, el Caballero del Aire con tres Buques, había salido a batir la mar y había dejado en Cádiz el Buque “El Constante” de 72 cañones mandado por el Señor Tertre, porque este Buque era casi incapaz de flotar sin ser reparado. Tuvimos la imprudencia de rascarlo y lo hicimos tan mal que abrimos muchas vías de agua, que nos dieron bien nuestro ejercicio, cuando fui obligado a embarcar para comprar mi
viaje.
Este Buque debía volver para desarmar a Tolon, que era su
departamento. Pero los Ingleses dueños de Gibraltar tenían una
Escuadra en ese Puerto que cerraba el Estrecho a todos los otros
barcos, que no fueran de su Nación o de sus Aliados. El Señor de
Tertre había enviado a
uno de sus Oficiales a Tarifa en el Estrecho, a fin de examinar las
maniobras de los enemigos y ser informado del momento en que dejaría
su crucero para usar este intervalo para cruzar el Estrecho sin ser
obligado de exponerse a un combate desigual y peligroso por
un Buque tan ruinoso como el suyo.
Este
Oficial había venido de una vuelta a Cádiz, lo conozco y como
recibió la orden de retornar a su observatorio, resolví ir
allí con él, porque estoy empezando a aburrirme mucho en Cádiz.
Salimos
de Cádiz el Domingo 22 de Noviembre de 1705. Cada uno llevamos un
lacayo y habíamos arrendado cuatro mulas, sin contar la del lacayo
que nos conducía y llevaba la cebada para nuestras monturas.
Habíamos confiado los víveres a nuestros lacayos, porque no habría
estado seguro de
devolvérnoslo a nuestros lacayos, estaría más
bien
ahorcado
que escamoteado la mejor parte por el camino, a
menos de tener como los grandes Señores Españoles, marmitas
cerradas con llave, para asegurar contra las garras de los criados,
lo que se reserva para la boca de los dueños.
Partimos
sobre las diez horas de la mañana, contentos de ir a dormir a CONIL,
o a Vejer, donde no hay más de cuatro leguas de España, pero valen
ocho de las de Francia.
Pasamos
el puente Zuazo,
cuyas dos extremidades están cubiertas de reductos, nos topamos con
algunos guardas a los que tuvimos que dar algo de beber; un
poco más allá del reducto nos encontramos el pueblo de Zuazo,
pequeño, mal construido, y poco poblado. Lo atravesamos sin parar y
tomamos el camino de la derecha, a fin de bordear el mar y la Isla de
Cádiz, el brazo de mar que la separa de la tierra firme entre las
dos. [Este
pasaje está algo confuso, debido a que fue
al final de sus días cuando se dedicó a plasmar en libros todas las
anotaciones tomadas en los viajes, y seguramente la memoria le
jugaría una mala pasada; desconozco que existiera la villa de Zuazo,
“village de Suaco”, así como un camino a la derecha, que llevara
a la orilla del mar, obviando la existencia de una amplia zona de
marismas y salinas, muy difíciles de franquear]. Este País está totalmente inculto ahora,
aunque es visible por las ruinas que se encuentran con frecuencia,
que antes era bien habitado y bien cultivado. Hay colinas donde las
vertientes de suaves pendientes son propensas a todo lo que se quiera
cultivar.
La
orilla del mar es plana y uniforme durante las dos leguas Españolas,
que separan a Zuazo de la Isla de Sancti Petri, que es el antiguo
Heracleum, donde estaba el famoso Templo de Hércules.
Este
islote no parece que como una gran roca cubierta de matorrales de
cuatro o cinco cientos de pasos alrededor. Está separado de la
tierra firme por un cuarto de legua. No vimos allí nada más que una
vieja Torre y tres o cuatro cabañas en medio de los matorrales, se
dice que hay
un Ermitaño en esta
Torre, que observa lo que pasa en el mar y que advierte con señales
de fuego, o de humo, cuando ve a los Piratas que se se acercan a la
costa. Entonces los Pescadores dejan sus cabañas y se retiran con él
y aseguran sus personas y sus redes. Hay cerca de allí una Almadraba
para la pesca de atunes en la temporada, y entonces se ve más gente
sobre esta costa y sobre el islote. Se llama esta máquina la
Almadraba de Hércules. Yo creo que pertenece ahora al Duque de
Medina Sidonia, que tiene aquí también CONIL y Vejer.
La
costa comienza a elevarse cuando se pasa la Isla de Sancti Petri, y
deviene
muy alta y muy escarpada, llegamos a buena hora a CONIL, que está a
una legua de la Isla de Sancti Petri, que
decidimos ignorar, por lo que no podíamos esperar nada bueno de un
lugar malo, donde la
posada parece más una guarida de bohemios y de
ladrones, que cualquier otra cosa. [Las
condiciones de la posada, “l´hotellerie”, debieron causarles a
Labat tan mala impresión que describió
a CONIL como un mal lugar, “un mauvais endroit”, y que no se
podía esperar nada bueno allí, así que decidieron continuar viaje
hasta Vejer, a pesar del peligro de que les cogiera la noche]. Nuestro conductor nos asegura, que llegaríamos antes de la noche a Vejer y que estaríamos mejor.
No
hay más que dos leguas de CONIL a Vejer, pero el camino es rudo. Se
separa un poco de la costa y se entra en montañas todas cubiertas de
encinas y alcornoques,
con un gran número de senderos marcados por los jabalíes, los lobos
y otros animales salvajes, que es muy fácil perderse. [Actualmente
nos puede sorprender la descripción que hace Labat del camino entre
CONIL y Vejer, por la abundancia de encinas
y alcornoques, y la presencia de jabalíes, lobos y “otros animales
salvajes”; seguro que no exageraba].No deja de
sucedernos; marchamos más de cuatro horas sin encontrar Vejer y la
noche vino que no nos permitía
seguir ninguna ruta. Nuestro guía confesó con pena que se había
equivocado y propuso retornar a CONIL; pero hubiera sido meterse en
un nuevo problema; porque cómo encontrar aquel mal lugar, sin saber
dónde estábamos. Resolvimos entonces dormir donde
nos
encontrábamos. Afortunadamente no estaba lloviendo y el viento que
venía del Sur no era frío. Amontonamos los helechos, que están en
cantidad en estos montes; encontramos
madera vieja y cortezas de encinas y de alcornoques, encendimos
fuego, y cenamos alegremente,
como si estuviéramos en el mejor de los lugares. Sólo nuestro guía
estaba inconsolable de estar perdido, temía que sus mulas se
convirtieran en pasto de algún lobo. Tuve cuidado de no
tranquilizarlo, al contrario aumentó su miedo tanto como pudo, para
que él vigilara toda la noche, y en trabajo de conservar sus
bestias, y hacer cualquier cosa por la nuestra. No descansamos
absolutamente nada por él, que no tomásemos nuestras precauciones
por nuestra parte, y resolvimos de velar cada uno por
turnos.
Estaba cerca de la media noche cuando el sueño nos abrumó,
resolvimos dormir sobre el
lecho que nos habíamos preparado. Pusimos las armas que teníamos
listas, y yo vigilé el primer cuarto, que debía ser de una hora y
media. Me entretuve lo mejor que pude con nuestro Español, que la
conservación de
sus
mulas lo tenía muy despierto, y que me contó las proezas de sus
ancestros, sus cualidades, las tierras que habían poseído, que me
hizo pasar muy agradable el tiempo de mi vigilancia. Desperté a
mi lacayo a la una y media, y le coloqué en mi lugar para escuchar
el discurso que nuestro Guía había comenzado, y que no parecía
tener que terminar pronto, y
me tumbé sobre los helechos envuelto en mi manta, teniendo la silla
de mi mula por almohada, y me dormí enseguida. Nuestro oficial fue
despertado a las tres, y entró en conversación con nuestro Español.
Las cosas iban lo mejor
del mundo, cuando sobre las cuatro de la mañana, una fila de
jabalíes perturba nuestro descanso. Como nuestros centinelas no
distinguieron en principio de qué se trataba, ellos dieron la
alarma, nos pusimos de pie al instante, y nos pusimos en estado de no
sufrir un enfrentamiento, si
alguien venía a hacérnosla. La bestia se había parado al ruido que
habíamos hecho; pero como guardamos silencio para mejor conocer de
qué se trataba, ella se tranquilizó, gruñó, sus pequeños le
respondieron, y siguió su marcha. Por desgracia
para
ella, cogió por
delante de uno de nuestros fuegos, y como caminaba con gravedad, y
nos presentó el costado, le tiraron a la espalda, y ella se quedó
en el golpe. Uno de sus pequeños ha tenido la misma suerte con otro
golpe, y el resto se dispersó. Pero nuestras mulas hicieron
la misma cosa, rompieron sus cabestros y tomaron la
huida, pero afortunadamente no fueron muy lejos, porque se enredaron
en los matorrales, las tomamos, las rescatamos, les dimos cebada, y
pensamos en no dormir más. Propuse a nuestro Oficial hacer ahumar a
nuestro verraco a la moda de América. Dicho, y hecho. Nuestras
gentes cortaron leña, hicieron un gran fuego, y antes de las siete
nuestro ahumado estaba
listo para comer. Desayunamos muy bien, nos
pusimos en marcha, y no habíamos dado cien pasos, nos encontramos al
paso de un arroyo, que estaba a la puerta de la Venta del Marqués,
es decir, la posada del Marqués. Se
cuenta tres leguas de Vejer a esta Venta, y dos leguas de CONIL a
Vejer, de suerte que habíamos hecho cinco leguas en menos tiempo que
debíamos hacerlas, si nuestro guía no se hubiera perdido.
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