Este
religioso, además de fundar en CONIL dos Santísimos Rosarios
Públicos, tuvo la coincidencia de fallecer, cuando se encontraba
predicando, en esta Villa. Esta primera entrega consta de varias
páginas del libro “La Nube del Occidente, vida y virtudes del
venerable siervo de Dios Fr. Pablo de Cádiz, predicador misionero
capuchino, e hijo de esta provincia de la Inmaculada Concepción de
N. Señora en los Reinos de Andalucía, escrita por Fr. Isidoro de
Sevilla, predicador, y cronista de la misma provincia, y la dedica a
la Ilustrísima, Nobilísima, y muy Antigua Ciudad de Cádiz. En
Cádiz en casa de Cristóbal Requena año de 1702”.
Transcribo,
también, a continuación, el artículo “LOS ROSARIOS PÚBLICOS”,
de Francisco Espinosa de los Monteros Sánchez, publicada en la
revista “ALJARANDA”, de Tarifa, diciembre 2005.
Fuente:
“La Nube del Occidente, vida y virtudes del venerable siervo de
Dios Fr. Pablo de Cádiz, predicador misionero capuchino, e hijo de
esta provincia de la Inmaculada Concepción de N. Señora en los
Reinos de Andalucía. Escrita por Fr. Isidoro de Sevilla, predicador,
y cronista de la misma provincia, y la dedica a la Ilustrísima,
Nobilísima, y muy Antigua Ciudad de Cádiz. En Cádiz en casa de
Cristóbal Requena año de 1702”
LOS ROSARIOS PÚBLICOS
El
Rosario Público consiste básicamente en exteriorizar el rezo
comunitario del Santo Rosario que se realizada dentro de los templos
para llevarlos a la calle. Aunque la génesis y conformación del
fenómeno de los Rosarios Públicos
es relacionada comúnmente con la ciudad de Sevilla y las
predicaciones del dominico fray Pedro de Santa María de Ulloa en su
convento de San Pablo, las investigaciones sobre el tema obligan a
una clara precisión conceptual y a valorar la importancia también
de Cádiz y en particular de la figura de fray Pablo de Cádiz en su
primera difusión andaluza y en su regulación. Pero
veamos el caso de Cádiz. La sociedad gaditana sufre grandes cambios
en el siglo XVII. Tras el saqueo anglo-holandés de julio de 1596,
nos encontramos ante una ciudad con gran actividad comercial,
orientada por un lado al comercio de Indias y por otro, a las
relaciones con comerciantes genoveses y napolitanos. En ese ambiente
de prosperidad la ciudad vive momentos de esplendor que le hacen
afrontar una notable expansión urbana que conlleva la ampliación
del número de edificios religiosos y la llegada y establecimiento de
órdenes religiosas ávidas de encontrar un lugar en una ciudad que
era cabecera del comercio de Indias para poder así enviar misioneros
a aquellas tierras. Debido a la escasez de espacio urbano que siempre
Cádiz ha sufrido, este movimiento parece peligrar, encontrando las
órdenes religiosas soluciones alternativas como el uso de ermitas y
edificios abandonados. Este es el caso de los
capuchinos, los cuales se hacen con una pequeña ermita dedicada a
Santa Catalina en las proximidades de la caleta en el año 1639 para
luego establecerse en su actual iglesia. En este ambiente histórico
podemos encuadrar la presencia del capuchino gaditano de origen
genovés fray Pablo de Cádiz. (1643-1694), el cual instituyó
durante sus últimos años de vida y por iniciativa del obispo José
de Barcia, numerosos rosarios públicos en Cádiz y su provincia. A
fray Pablo le debemos además la definitiva configuración de los
rosarios públicos en su formato actual con cruz, faroles y
estandarte mariano. Ya
hemos visto como el origen
de los Rosarios Públicos se encuentra en las predicaciones de Ulloa.
Sin embargo, este fenómeno necesitaba de ser regulado y es aquí
donde el clero ve la necesidad de dar forma a esta devoción para que
no se le escape de las manos. Así lo entendió perfectamente en 1691
el recién nombrado obispo de Cádiz, José de Barcia y el
carismático misionero capuchino fray Pablo de Cádiz, auténtico
conformador de estos Rosarios Públicos,
tal y como siempre reivindicó su hermano de religión fray Isidoro
de Sevilla, que desde 1693 y hasta su muerte colaboró con él en las
Misiones.
Fuente:
“ALJARANDA”, núm
59, diciembre
2005. Los Rosarios
Públicos en Tarifa (I):
La devoción al Rosario y los Rosarios
Públicos. Francisco Espinosa de los Monteros Sánchez.
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