A
finales del pasado mes de enero, trasteando tras las huellas del
pintor Joaquín Sáenz, me topé, con gran sorpresa y
casualidad, con la pintura de José Luis Mauri Rivero, máxime
cuando la tenía a disposición en el muro de su facebook, así que
no pude contenerme y colgué, inmediatamente, en esa red social las
nueve piezas cuyo tema estaba relacionado paisajísticamente con
CONIL.
Quiero
que, al mismo tiempo que me impresiona su técnica, siendo yo un
absoluto ignorante en estas lides, fuera compartida por el resto de
los conileños, así que amplio la difusión colgándola en este
blog. Disfrutemos de su contemplación.
En
este caso la Wikipedia no me puede ayudar en mostrar los rasgos
humanos y artísticos de José Luis Mauri, por lo que entre las
reseñas, múltiples, en internet, me inclino por reproducir la
entrevista que le realizó Luis Sánchez-Moliní, para “Diario de
Sevilla”, el 21 de octubre de 2018, aprovechando para intercalar
entre sus respuestas, los paisajes conileños “descubiertos”.
Me
emociona pensar que, en mis largos años en CONIL, tuve ocasión de
ver en varias ocasiones a algún pintor liado con sus pinceles
delante del caballete, y no dejo de pensar que, seguramente, podrían
haber sido algunos de los dos protagonistas de la entrada de hoy.
Antiguo
fuerte del Roqueo (facebook personal, 15 de diciembre de 2010).
JOSÉ
LUIS MAURI RIVERO. PINTOR.
“Como
los toreros, si no sientes algo al pintar no transmites nada”
Pintor
de campo y sombrero, hombre caballeroso y amable, maestro de
generaciones de artistas, sevillano con medio corazón en Conil...
Mauri es ya un clásico del arte andaluz.
A
los caballeros y a los artistas se les reconoce desde lejos. José
Luis Mauri Rivero (Sevilla, 1931) es ambas cosas. Hombre de una
amabilidad exquisita y alejado del tópico del creador envanecido,
nos recibe en su piso-estudio de Los Remedios, donde vive rodeado de
sus recuerdos (entre ellos un puro y un pañuelo de Alfonso XIII),
sus cuadros más queridos y las obras de muchos de los alumnos que
tuvo en la Facultad de Bellas Artes. Miembro de una generación de
pintores sevillanos que hicieron historia, su estilo se mueve entre
el impresionismo y el naif. Es pintor de sombrero y caballete, de
esos a los que les gusta “pisar la tierra”. Cuenta que nació con
el labio leporino y su padre lo montó en un coche para llevarlo a
una clínica de París. Antes, recibió el abrazo de Sor Ángela de
la Cruz. La fe y la ciencia le salvaron la vida. Después vendría la
pintura, la amistad con Carmen Laffón, el viaje en Vespa a Italia,
los dilatados atardeceres de CONIL... Como él reconoce, todo lo suyo
ha sido “una especie de milagro”.
–
Me
acabo de tomar un café con Ricardo Cadenas. Le he dicho que venía a
entrevistarle y le ha recordado como un gran maestro. Esa cátedra en
la Facultad de Bellas Artes de Pérez Aguilera, asistida por Carmen
Laffón y por usted, ha dejado una honda memoria en muchos pintores.
–
Si
no fuese por Pérez Aguilera no estaría yo aquí ahora mismo. Me lo
dio todo y yo sólo puedo enseñar lo que aprendí de él. Era una
maravilla de persona. Yo creía que mi pintura no servía para nada,
pero él me dio muchos ánimos. Me quedaba asombrado de que le
pudieran gustar mis dibujos. A mí pintar siempre me ha costado mucho
trabajo, nunca he sido habilidoso.
–
¿Cómo
nació su vocación artística?
–
Siendo
muy chico, durante una enfermedad, mi madre me regaló una caja de
acuarelas. Me encantaron los colores y, desde los siete u ocho años
que tendría entonces, empecé a pintar. Como todo lo mío fue una
especie de milagro.
–
¿Pero
cuándo empezó a tomárselo en serio?
–
Hice
hasta quinto de Bachillerato y empecé a estudiar Bellas Artes en
Sevilla. Yo tenía quince años y Carmen Laffón, trece. ¡Era una
niña! Empezamos juntos la carrera y la terminamos en Madrid. Desde
entonces ha sido como una hermana.
CONIL
(facebook personal, 15 de diciembre de 2010).
–
¿Por
qué se fueron a terminar la carrera a Madrid?
–
Pérez
Aguilera nos lo recomendó. Allí estaban más al día sobre lo que
pasaba en el mundo del arte y conocimos a lo mejor de España. Al
principio no nos hicieron mucho caso, porque la pintura sevillana no
estaba nada cotizada. Pensaban que era una pintura de gitanas para
turistas.
– ¿Y
por qué se volvió? Entonces –y quizás todavía– vivir en la
capital era muy importante para hacer una carrera artística.
–
Estaba
deseando regresar a Sevilla. Siempre me ha gustado la ciudad. Murillo
hizo lo mismo: se quedó aquí en vez de irse a la corte como
Velázquez. Carmen Laffón, sin embargo, se quedó mucho más tiempo.
– También
fue importante en su formación su paso por París.
–
Me
casé con mi mujer, Araceli, y nos fuimos a París. Estuvimos unos
seis meses, cuando ella se quedó embarazada, regresamos a Sevilla.
CONIL
(facebook personal, 15 de diciembre de 2010).
–
Imagino
que en París tendría el contacto directo con el arte impresionista,
que tanta influencia ha tenido en su obra.
–
También
con muchos pintores sevillanos, como Luis Gordillo. Vivíamos en el
mismo hotel, que regentaba el también pintor Joaquín Meana, que era
divertidísimo. Por allí aparecía mucho, con su baguette debajo del
brazo, Juan Romero, al que llamábamos Romerito. También Burguillos,
Teresa Duclós...
– ¿Y
no intentó triunfar en París?
–
Una
galería se interesó mucho por mi obra, pero me exigía un contrato
por diez años. Nada más pensar que tenía que estar en París diez
años, hacía que me sintiese secuestrado. Dije que no. No me gusta
sentirme controlado. Me resulta horroroso.
– Laffón,
Duclós, Joaquín Sáenz, Burguillos, etc... Esa generación
sevillana de pintores es irrepetible. ¿Es usted consciente?
–
Cuando
me dicen que soy importante no me lo creo. Lo que sí sé es que la
pintura es mi vida.
CONIL
(facebook personal, 15 de diciembre de 2010).
– Muchos
de los miembros sevillanos de su generación optaron por la
figuración en unos momentos en que la moda era la abstracción.
–
Cuando
vino Fernando Zóbel, hice mis pinitos en la abstracción. Tanto es
así que Juana Mordó hizo una exposición itinerante con mi obra que
paseó por las escuelas de arquitectura de toda España. Juana de
Aizpuru me compró algún cuadro. Pero yo empecé a echar de menos la
naturaleza.
– Usted
es un pintor plenairista. De esos a los que les gusta salir al campo
a pintar, con caballete y sombrero.
–
Me
gusta estar al aire libre, pisando tierra, si no no me encuentro a
gusto. Llevo viviendo sesenta años en este piso de Los Remedios y
todavía no me he acostumbrado. Sin embargo, me encantaba el barrio
de Heliópolis, donde me crié. Allí cultivaba patatas y criaba
conejos, gallinas, palomas... Tras la guerra, como había mucha
hambre, me las robaban. Me llevaba unos disgustos tremendos.
Entonces, Heliópolis estaba en medio del campo. Ahora tengo mi
pequeña huerta en CONIL...
– Precisamente,
uno de sus cuadros más conocidos es ese en que aparece Heliópolis
con una noria de feria...
–
Se
lo regalé a Araceli cuando éramos novios. Un americano me quería
comprar muchos cuadros, pero a cambio tenía que venderle también
esa obra. Araceli se negó y gracias a eso todavía lo conservamos...
CONIL
(facebook personal, 15 de diciembre de 2010).
– Se
chafó el negocio...
–
No,
al final me compró los otros cuadros e, incluso, me encargó cosas
nuevas. Era un millonario californiano que vino a Sevilla buscando
pastores de ganado.
– Y
a ha sacado a relucir CONIL, un lugar muy especial en su geografía
personal.
–
Teníamos
unos tíos de allí, un Mora-Figueroa casado con una hermana de mi
padre, que no tenían hijos, por lo que nosotros íbamos mucho en
verano con ellos. Eso influyó muchísimo en mi vida. Allí estaba en
pleno campo, con la playa al lado de la casa. Llego a CONIL y soy
otro, cambio radicalmente.
– Eso
le une mucho a Joaquín Sáenz, otro pintor que tiene en CONIL su
paraíso.
–
Joaquín
era una persona extraordinaria. Decía que yo era el primer pintor de
CONIL, porque había llegado mucho antes. Me hizo un texto para una
exposición que conservo como un tesoro. La montó Pepe Soto.
Fontanilla
(facebook personal, 15 de diciembre de 2010).
– ¿Y
le duele especialmente la destrucción del litoral andaluz?
–
Mucho.
Mi casa está al lado del mar y ahora han construido un hotel que me
lo tapa... Y van a hacer otro. Lo están destruyendo todo. Antes no
veías un coche, sólo caballos y burros, pero ahora hay muchos
supermercados y se va en caravana a cualquier parte. Pienso en que si
mi tío viese ahora su CONIL se moriría otra vez.
– Además
del mar está el campo de la comarca de la Janda, con sus sembrados,
sus chozos...
–
Tengo
un amigo, Manuel Manzorro, que es de allí y un magnífico grabador y
profesor. Es un hombre muy poético y culto, al que le encanta la
naturaleza. Él me lleva por los campos a ver cosas que todavía no
conozco. Hace poco me descubrió un chozo que aún no han destruido.
Es amigo de Aquilino Duque, quien también aparece mucho por allí.
– También
es usted un pintor de jardines...
–
He
pintado mucho el Parque de María Luisa. También el de Los
Príncipes, que me coge muy cerca de casa.
Huerta
de la Fontanilla (facebook personal, 15 de diciembre de 2010).
– Precisamente,
su pintura transmite silencio, como un buen parque. Algo de agradecer
en una época tan ruidosa.
–
Eso
del silencio me lo han dicho muchas veces. Pintando me olvido de los
ruidos y de las desgracias.
– Antes
mencionó a Zóbel...
–
Fue
importantísimo para Sevilla y para todos nosotros. Tenía una gran
calidad humana y era muy culto. Hablaba de pintura como nadie. Entre
otras cosas, nos enseñó a no estar continuamente retocando los
cuadros. Antes de él, repintábamos mucho. A Zóbel le interesaban
más las manchas que el cuadro terminado, por eso llegó a la
abstracción. Solía decir que todo lo que sobra en un cuadro
estorba.
– Fernando
Martín escribió de usted lo que en su día se dijo de Rusiñol:
“Sabe pintar lo que ve y sabe sentir lo que pinta”.
–
El
sentimiento es muy importante para todo, no sólo para la pintura.
Decía Miró que, antes de pintar, se preparaba leyendo una poesía o
algo que le motivase. A mis alumnos les solía decir que si algo no
les emocionaba era mejor que no lo hicieran. Como en los toros, si no
sientes algo al pintar no transmites nada.
Torre
de Castilnovo (facebook personal, 15 de diciembre de 2010).
– Sigamos
con detalles de su vida. En su generación fue muy importante el Club
La Rábida.
–
Fundamental.
A mí me dieron el premio de pintura y con el dinero pude hacer un
viaje por Italia en una Vespa.
– ¿Desde
Sevilla?
–
Sí.
Salí con Burguillos, pero le dio un cólico nefrítico en el camino
y se tuvo que volver. Creo recordar que fue en el año 1956. Me pasé
todo el verano montado en la Vespa y visité Venecia, Florencia...
Iba con mi mochila y mi carpeta de dibujos... Me entusiasmó la
Iglesia de Asís y las pinturas del Giotto. Todo era poético. Me
gustaría volver.
– Usted
ha pintado mucho desde las azoteas.
–
Mucho.
Tuve mi primer estudio en la azotea de la casa de mi abuela, en la
calle Castellar, detrás del Palacio de las Dueñas. Había muchos
conventos y edificios que llamaban mi atención: San Luis, San
Marcos... Cuando me casé, se quedó Carmen Laffón con él, aunque
era muy pequeñito.
CONIL
(facebook personal, 15 de diciembre de 2010).
– Fue
cartelista de la hermandad de la Macarena.
–
La
Macarena siempre me ha entusiasmado. Es una imagen infinita, que no
tiene principio ni fin. La he visto desde muchos puntos de vista y le
puedo decir que hay mil Macarenas. Tengo un nieto que me dice:
“Abuelo, tú no te puedes condenar, porque has pintado la Macarena,
el Paño de la Verónica del Valle, la Purísima Concepción y al
Cardenal Spínola”.
– De
la gran tradición pictórica sevillana, ¿quién le interesa más?
–
Murillo
es uno de ellos. Hice mi tesis doctoral sobre la Inmaculada Niña de
los Capuchinos. Me llevé años mirando milímetro a milímetro ese
cuadro, viendo la cantidad de matices que tiene. Creo que nunca se ha
reconocido la inmensa categoría de este pintor.
– Bueno,
ahora sí.
–
Pero
se han tardado cientos de años. Murillo tiene de Tiziano, de
Velázquez, de todos los grandes pintores de la época. Posee una
sensibilidad y un sentido del color y la composición magníficos.
– ¿Y
sigue en contacto con alguno de sus alumnos?
–
Con
muchos. Hay uno simpatiquísimo, Quino González, que es director de
Radio Betis, que de vez en cuando me viene a buscar y me lleva a su
estudio a dibujar. Me lo paso estupendamente con ellos.
– ¿Pinta
todos los días?
–
Sí,
como decía mi maestro, un día sin pintar es un día perdido. Eso lo
llevo a rajatabla. Si no pinto me siento extraño.
Fuentes:
“Facebook” de José Luis Mauri Rivero, de fecha 15 de diciembre
de 2010; y,
“Diario de Sevilla”, Luis Sánchez-Moliní, 21 de
octubre de 2018.
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