Interesante
exposición para una primera idea de las almadrabas de “monteleva”
y “de buche”, gracias a un oportuno artículo de Claudio Columé
Rodríguez, del que en próxima entrada se detallará su biografía
(muy apasionante).
[AL
FINAL DE LA ENTRADA SE TRANSCRIBE TODO EL ARTÍCULO]
Fuente:
“ABC”, del 27 de diciembre de 1953.
Transcripción
Durante
muchas décadas las almadrabas de vista dieron un magnífico
resultado y se obtuvieron pingües beneficios. Pero el hostigo de la
pesca, año tras año, originó la escasez, debido a que los atunes,
obedeciendo a su instinto de liberación, hacían la corrida al
estrecho de Gibraltar muy por fuera de la zona de pesca almadrabera.
Hubo de recurrirse al empleo de un arte complementario, un arte
colador, que calaba los atunes a su arribada y los conducían al seno
de entrada de la almadraba. La eficacia no acompañó a la empresa,
pues con una arte colador no puede conducirse la pesca a larga
distancia.
En
vista del fracaso, los hombres más expertos pusieron en práctica la
calazón de una almadraba fija, a milla y media de la costa, a la que
denominaron almadraba de monteleva. Tenía forma de bichero; la curva
de éste la constituía el copo matador y el mango era una rabera,
extendida hasta la misma orilla de la playa. El resultado fue
fructífero, no obstante fijar el arte con potalas de piedra y cabos
de esparto y piota. La nueva almadraba rindió extraordinarios
beneficios, y, a semejanza de la de vista, su explotación se
prolongó durante varios siglos.
Mas
se repitió la escasez al cabo del tiempo y las pésimas temporadas
de pesca fue el revulsivo al ingenio de los pescadores inteligentes.
Los atunes habían tomado ruta muy foreña y había que cortársela.
De aquí surgió la idea de la almadraba de buche, que, puesta en
práctica, la abundancia pesquera correspondió al esfuerzo.
Estas
almadrabas de buche, en su forma originaria y simple, dieron lugar
más tarde a las almadrabas gigantes que actualmente se calan. Se
instalaron a cerca de tres millas de la costa, con su rabera hasta la
orilla y un cuerpo o cuadro, compuesto de un buche, primer
compartimento, de forma rectangular, y una boca, con dos puertas de
redes llamadas endiches, y a continuación, también rectangular, el
copo, que al entrar en él la pesca, se izaba del extremo interior,
para cerrar y hacer la levantada de los atunes presos.
Pronto
mejoróse la instalación, para añadirle, partiendo de la boca, un
brazo de red, de línea quebrada, denominado legítima, cuyo objeto
era ensenar la pesca, cuando los atunes eran remisos a entrar por la
boca. Y así, lentamente, fueron ampliándose los compartimentos: la
cámara, continuación del buche, de la misma forma de éste, lugar
expansivo de los atunes, expuestos en el buche a tomar la boca y
perderse su pesca. Más tarde se caló una rabera de fuera; dos bocas
y dos legítimas, a levante y poniente; una contralegítima, arranque
de la rabera de fuera, y, por último dos cuadrillos, a Este y Oeste
también, con una boca cada uno, pero sin puertas; estos cuadrillos
tienen el objeto de ensenar la pesca, como las legítimas, pero de
forma más estrecha y cerrada, más segura y eficaz, para que los
atunes se cuelen por las bocas de puertas del cuadro.
La
almadraba de buche en la actualidad es un arte perfecto, una
maravillosa y sorprendente instalación submarina, donde todo está
medido y calculado con exactitud, y el material empleado en ella es
de un volumen y cuantía extraordinarios. Tiene cerca de seis millas
de extensión, de tierra afuera, con un fondo límite de 20 a 25
brazadas. Las redes se hacen a mano, empleándose más de 30000
kilogramos de cáñamo, 28000 de abacá y 2000 de esparto, aparte la
cabullería, con gruesos de 1,5 a 12 pulgadas. Para dar firmeza a
estas redes se utilizan más de 1500 cables de alambre acerado; para
afianzarlas cerca de 500 anclas y unos 20 rezones de cinco brazos,
con peso por unidad de 750 kilogramos, y para dar tensión y
equilibrarlas al fondo del mar, unos 32000 kilogramos de cables y
cadenas.
Al
objeto de evitar la acción destructora del agua salada en las redes,
necesitase hacerlas un tanto impermeables, con un baño de alquitrán
vegetal, en caliente, en cantidad de 17000 kilogramos. Como las redes
han de contener a los atunes en toda la extensión almadrabera, se
precisan flotadores, para sostenerlas: 50 “perros” (voluminosos
sacos de red, llenos de corcho), 200 barriles alquitranados y 40000
kilogramos de corcho. Para amarrar estos corchos a los cables son
necesarios 20000 kilogramos de cabos de abacá.
Pasa
de treinta y cinco días el tiempo invertido en armar en tierra y
calar después una almadraba, con un personal de más de doscientos
hombres, distribuidos en tres vapores remolcadores, tres barcos
vigilantes, 16 buques para las faenas de pesca y 10 a motor para
carga y transporte de atunes.
La
temporada de pesca comprende cuatro meses: temporada de derecho o
venidad, en mayo y junio, y de retorno o revés, en julio y agosto.
Son pocas las almadrabas de derecho y revés. La mayoría pesca
únicamente de venida o derecho.
Los
ruaces o espadartes son peces enormes, de cinco a ocho metros y los
mayores enemigos de los atunes, porque les hacen objeto de una
constante persecución. El choque de los grupos de atunes y
espadartes es sangriento y devastador, y algunos de los atunes
supervivientes muestran, al pescarlos, desgarradoras mordeduras. Yo,
particularmente, tengo el criterio de que si los ruaces no les
salieran a paso a los atunes, la mayoría de éstos no llegaban a
voluntad a la zona de las almadrabas; pues su ruta, para tomar el
canal del estrecho, está muy por fuera de las posibilidades de pesca
almadrabera.
En
España esta pesca se efectúa exclusivamente en las costas de las
provincias de Cádiz y Huelva, y tanto en la explotación de los
pesqueros, como en la elaboración del atún se han significado
especialmente Isla Cristina y Ayamonte, con chancas y fábricas y
tuvieron lotas o lonjas públicas de venta de atunes; y Barbate,
Rota, CONIL, etcétera, chancas y fábricas para elaborar la pesca de
sus respectivas almadrabas. En la costa occidental de Marruecos, ha
cinco lustros, se calan almadrabas de derecho con positivo resultado.
En la mediterránea se instalan almadrabillas para atunes criollos
(cachorretas), bonito, melvas y otras especies.
Una
levantada de atunes de 300, de 500 o más es un espectáculo
sorprendente de una luminosidad reverberante; escena de vitalidad,
dentro de los estertores aparatosos que a la pesca le ofrece la
muerte.
Y,
por último, he de consignar que tanto en Portugal como en Italia se
explotan almadrabas, con óptimos resultados. Las portuguesas se
nutren de la corrida atunera atlántica, como las españolas. ¿Son
atunes atlánticos o mediterráneos los italianos? ¿Desovan en el
estrecho o en otros lugares del Oriente? Se ignora. Un profesor
italiano, versado en pesca, busca sin encontrar, esta procedencia.
Así, pues, la pesca del atún con almadraba se circunscribe, en
Europa, a España y los dos países citados, y, hasta el presente,
sin noticias de que las haya en otros continentes.
CLAUDIO
COLUMÉ.
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