YO QUIERO SER GENERAL.
Cuando en la tertulia se hizo silencio, el amigo requerido al efecto, dio la última chupada -larga, grande e intensa hasta casi el hipido [1]- al cigarrillo que fumaba y, arrojándolo al cenicero, dispuesto para este fin en la mesa camilla, se expresó así:
-Entre los papeles de nuestra añorada juventud, encontramos no ha mucho unas cuartillas emborronadas con un cuentecillo a cuyo pie aparecía una mayúscula, inicial de un nombre propio de persona que nos es muy familiar, y una fecha: la del 12 de Julio de 1902.
Considerándolo curioso, en cierto modo, y de algún interés, me place ofrecerlo a vuestra sana curiosidad, aprovechando vuestro beneplácito y reconocida indulgencia.
Helo aquí:
Chanote había nacido en Tercanel, apartado lugar de la intrincada sierra castellana, donde apenas si se conocían servicios públicos de ninguna clase y donde el vecindario era analfabeto casi en su totalidad.
A esta circunstancia se debía el que sus padres, a pesar de sus sueños de mejoramiento económico y de utopías de independencia y libertad, lo tuvieran que dedicar, desde pequeño, a su mismo oficio de guardar terrenos de caza y de cultivo y ganado doméstico y de labor.
Por eso Chanote no sabía que se pudiera llamar otro nombre, ni poseía más cultura ni más instrucción que las propias y generales de su plácido y sencillo quehacer.
Su vida, pues, se había deslizado tranquila y sosegada, entre la placidez del valle y la agreste montaña; ora en la guarda del ágil cabrío, que brinca por los riscos y peñascos con seguridad y firmeza matemáticas, ora en el cuidado de la pacífica vaca, mansa y obediente, que come o rumia en el valle florido, al borde del riente arroyuelo.

[Ambientación] Imagen de una familia de campesinos, donde todos los miembros participan en las labores de recolección. España rural de mediados del siglo XX. EFE/Universidad de Burgos. Fuente: “hablandoenplata punto es”.
Cuando apenas contaba veinte años, las exigencias del servicio militar obligatorio hicieron que Chanote ingresara en la milicia, con harta alegría y satisfacción, por parte de su padre, que no había cesado de aconsejarle, a su modo, que pusiera todo cuidado y buen deseo en aprender, a ver si podía conseguir ser cabo, siquiera, y pasarse a Carabineros o a la Guardia Civil, como algunos que conocía, donde, siguiendo el tiempo y el propósito de adquirir los conocimientos que le proporcionaran la instrucción del cuartel y la experiencia del vivir en grandes poblaciones, lograba afianzarse en alguna de ellas, consiguiendo, no sólo no volver a la tristeza de aquella vida cerril y sin sustancia, que había llevado, sino arrancar a sus progenitores, de ese mísero vivir, con el que tan disconformes estaban.
La madre no pensaba así: la madre deseaba, como era natural, mejorar la vida. Eso sí. En eso se igualaba en pensamiento y deseos a su esposo; pero difería muy mucho de él, respecto a la ausencia, sintiendo en el alma la separación de su único hijo varón, de cuya simpleza, candidez e inexperiencia lo temía todo.
Por eso lloró tan amargamente su ausencia, pensando constantemente en aquel hijo, cuyo cariño había acendrado más la separación. Por eso se había vuelto tristona, pensativa y distraída. Por eso pensaba tanto, también, en los fines de semana, anhelando con vehemencia la llegada del Correo, a ver si le traía noticias del hijo querido, más grabado que nunca en su afligido corazón.
En cuanto a Chanote, cada vez estaba más contento y satisfecho de su buena suerte.
Los primeros tiempos, entre el natural apego a los lares, la nostalgia del cariño de los suyos y las impresiones de tanta cosa nueva para él, lo tuvieron un poco trastornado. Pero el atractivo de lo desconocido, juntamente con el excelente trato del cuartel, con las buenas noticias de la salud de sus familiares y con su afán por conseguir lo que por reiterado consejo de su padre se había propuesto, llenaron de consuelo y esperanza su espíritu, que incluso llegó a alabar, en su extremado optimismo, aquella providencial ocasión de obtener la emancipación evolutiva en que tanto había soñado.
Y en lo referente a su vida de cuartel, no tenía la menor queja.

[Ambientación] Una unidad de soldados de infantería, al mando de un sargento y armado con el clásico mosquetón Mauser, en un descanso en una marcha de instrucción por el campo. Fuente: “kosmospolis punto com”, Gloria Quiroga Valle, 27 marzo 2017.
Acostumbrado a trabajar y ejercitarse, ni le fatigaba la instrucción, en la que ponía toda su alma, ni le fastidiaban las guardias, que ya empezaba a turnar.
Fuera del servicio en si, su predisposición y buen deseo, con su carácter abierto y sencillote, y su franqueza y espontaneidad, le habían granjeado la simpatía y consideración de sus jefes y superiores inmediatos.
En relación a sus camaradas, se dio a conocer tan pronto de ellos, y a tal punto, que ni uno solo de los mismos ignoraba las bondades de su carácter, reflejadas constantemente en su escasa advertencia y candidez.
Con sus ingenuidades y simplezas, hijas de su sencillez y escasa malicia, distraía los ocios de los compañeros, ya imitando el roznido del asno, el rebudiar del jabalí o el mugido del toro, ya explicando por vigésima vez la historia de la cabra brincante y equilibrista o de la oveja mansa y balante.
A pesar de sus boberías rayanas en la estulticia, de su rusticidad y tosquedades, y quizá por ellas mismas, engendró tal atracción e influencia entre sus compañeros, que llegó a hacerse interesante en las tertulias de la guardia y hasta preciso en los paseos y descansos.
Un día, diestro ya en la instrucción y manejo de las armas, desfiló formando Cuerpo, con todos los destinados a ejercicio de instrucción, ante el brigadier de la plaza.
Desde aquel momento, fue la constante pesadilla, verdadera comezón de Chanote, averiguar quien era aquel señor tan ordenado, a quien todos, incluso el mismo coronel, obedecían y respetaban con tanta reverencia y sumisión.
-Es el general -consiguió que le dijeran.
-Un bravo soldado que, con su talento y valentía, había alcanzado tan honroso y brillante empleo en la milicia.
La noticia le impresionó profundamente. La sensación fue escalofriante.
-De soldado, aunque con talento y valentía, a general … repetía cien veces Chanote, en el colmo de su sorpresa y admiración. -Yo seré general- llegó a pensar, en serio, el inocente Chanote, una y otra vez. -Cobarde no soy- continuaba pensando. -Bien lo sabe el tío Lucas, mi padre, que su hijo Chanote no tuvo nunca miedo a nada ni a nadie, y que cuando alguna pieza herida pretendía acometer a su tirador, o cuando los lobos bajaban al llano, hambrientos, a caza de algún animal de su rebaño, su hijo era el primero que acudía a evitarlo … En cuanto a talento -yo averiguaré lo que eso es y lo buscaré, sí; yo tendré, también, talento y llegaré, igualmente, a general.

[Ambientación] El capitán general Francisco de Serrano y Domínguez, I duque de la Torre; óleo de Antonio Gisbert Pérez (1870). Museo Nacional del Prado, Madrid. Fuente: “lacritica punto eu”.
Esa fue su nueva obsesión, e influía de tal modo en su carácter, que coartaba, encadenándola por completo, su libertad de pensar.
Aquella noche apenas pudo conciliar el sueño. Su terca pretensión, su gran empeño de llegar a general, le robaba la tranquilidad y sosiego, impidiéndole dormir.
Ya de madrugada, harto de divagaciones mentales y fatigado de tanto pensar, llegó a descansar, rindiéndose, al fin, en manos de Morfeo. Y soñó, sí señor: soñó que había buscado y encontrado talento; que por sus repetidas y hasta temerarias hazañas, le habían hecho general, y que, también, un día, desfilaban ante él la tropa, formando Cuerpo ...
De pronto, el choque violento y repetido de un cuerpo duro contra su propio físico, le hizo despertar.
Era el cinturón del cabo de cuartel, que agitado por su dueño, sacudía el polvo a los perezosos.
NOTA: [1] Hipido.- Acción y efecto de hipar o gimotear. Similar: jipido. Hecho o efecto de sollozar con convulsiones semejantes al hipo. Fuente: RAE.
Fuente: “FLORECILLAS DE ESCALIO”, por Luis Briceño Ramírez, p.p. 101-106. Primera edición, Jaén, febrero 1.936.