martes, 22 de junio de 2021

BÚNKERES, FORTINES, NIDOS O TRINCHERAS – 11 (1939/1945).

ENTRE PUNTALEJO Y CABO ROCHE.

[Se reivindica su protección y conservación]

Implantación del Subsector IV, Conil-Vejer. Fuente: “Implantación territorial y análisis …

Denominaciones: IVB30;

Armamento: 2 ametralladoras y 1 anti-carro.

Plano original: No

Levantamiento: Desaparecido [o no construido]

Fuente: “Implantación territorial y análisis arquitectónico de los búnkeres del Subsector IV del estrecho de Gibraltar (Conil, Vejer y Barbate)”. Alberto Atanasio Guisado y Juan Francisco Molina Rozalem, 2020.


La referencia que acabamos de reproducir es la única encontrada, no hemos dado hasta la fecha con otra información que nos amplíe su conocimiento, de ahí que sigamos en la incertidumbre, incluso, de si se llegó a construir, y de que si tal cosa ocurrió, desapareciera a causa del hombre o por efectos de los temporales de la mar. Vestigios de restos constructivos no quedan en ese sector del litoral, con lo que cabría pensar que no se llegara a construir, además no se ha encontrado plano original, pero se tiene la constancia de su armamento, que denota que sería del tipo de los de la Fontanilla, Prado de Ramón y Sur de Castilnovo, es decir con dos ametralladoras y un cañón anti-carro.

Tramo del litoral de Conil donde se proyectó la construcción del búnker referenciado, o fue construido, y, posteriormente, desaparecido. No hay referencias locales de su existencia.

Para compensar la falta de información de esta construcción, vamos a comentar algo sobre el personal que trabajó en la construcción de este sistema defensivo.

Antonio Santos, nos cuenta que “… Durante los primeros años de postguerra, debido a la situación debido a la situación estratégica de Conil y a la guerra mundial, vivieron acampadas en el término un gran número de tropas militares. Por testimonio oral sabemos que había un Regimiento de Infantería en la Chanca vieja, una bandera de la Legión en la Casa de Postas, una compañía de Regulares en la Puerta de Cádiz (iglesia del Espíritu Santo) y una compañía de Ingenieros en el Ayuntamiento. Además había también un batallón de trabajadores presos ubicados en las Ánimas, en el cementerio actual, construyéndolo. Otros presos eran destinados a la realización de otras obras públicas y militares en las costas.”

Fuente: “Los pueblos de la provincia de Cádiz: Conil de la Frontera”, p. 185. Antonio Santos y Francisco Velázquez-Gaztelu. Diputación de Cádiz, 1988.

Un grupo de civiles y militares en la puerta del cine Moreno, hacia 1944. Colección particular Francisco Moreno. “Conil en la Memoria”, p. 92, 2004.

POR OTRO LADO, Magdalena González en su tesis doctoral, con relación a los presos militares, escribe: “… El Batallón Disciplinario de Soldados Trabajadores nº 54, con 985 presos y tres oficiales en el año 1942, venía a completar en el escenario local el catálogo de las formas de represión del régimen. Era una mínima representación de los más de 250.000 presos políticos que había en España al empezar la década de los cuarenta. El batallón al que nos referimos se instaló, aprovechando la existencia de un muro cerrado, en los terrenos del actual cementerio (en la documentación sitio “Las Ánimas” o “Cabo Roche”), que se había empezado a construir durante la República y cuyas obras habían quedado interrumpidas por la guerra (*). Formaba parte del Plan de Defensa del Campo de Gibraltar y sus soldados trabajaron en las fortificaciones de la costa. El batallón lo organizó y dirigió el capitán de caballería José Rey Jiménez, en alternancia con el capitán de artillería Antonio García López. Con anterioridad, Rey Jiménez había dirigido otros batallones de la zona como el de Jimena de la Frontera o el de Punta Paloma en Tarifa. También había actuado en 1939 como juez militar eventual en la Auditoría de Guerra de la 2ª Región Militar. Los BDST dependían de la Jefatura de Campos de Concentración y Batallones Disciplinarios que controlaba la red de trabajos forzados y explotación de los presos políticos a través del sistema de redención de penas por el trabajo. Los presos eran soldados republicanos capturados al terminar la guerra y clasificados previamente en los campos de concentración (muchos de los que estuvieron en Conil provenían del de Rota y del Miguel de Unamuno, de Madrid). Formaron parte de los batallones los clasificados como “desafectos” (identificados con una D) por sus actividades políticas previas o porque no consiguieron estar avalados por informes favorables firmados por los nuevos poderes locales de los pueblos donde habían residido. En principio no estaban pendientes de causas judiciales, pero se les sometía al sistema de trabajos forzados, bajo la justificación de tener que realizar un nuevo servicio militar, se les privaba de la libertad y se les castigaba por razones políticas.

Los presos del Batallón nº 54 habían nacido en Málaga, Almería, Jaén, Valencia, Castellón, Ciudad Real, Albacete, Barcelona ... A partir de finales del 42 los presos fueron soldados penados. Vivían en barracones mantenidos en condiciones lamentables. El hambre, la humedad y el frío que pasaban hacían que la tasa de mortalidad fuera muy alta [Según figura en el registro de defunciones del Juzgado de Paz de Conil morían por colitis, paludismo, neumonía o anemia] y no eran raros la violencia ni los castigos. De todas formas, a través del testimonio de uno de los presos que estuvo en Conil [Se trata de José Barajas Galiano nacido en Huelma (Jaén) en 1916 ...], sabemos que la convivencia entre penados y vecinos no fue infrecuente y que, comparado con otros de los campos de la zona, en el de Conil se pudo comer algo mejor en algún periodo de 1943, debido a las gestiones personales de un alférez. La presencia de estos presos políticos debió de concluir en 1948, que fue cuando se liquidó el sistema. Por otro lado, los vecinos de Conil también convivieron esos años con otras fuerzas militares acantonadas en el pueblo, lo cual debió de alterar profundamente la vida cotidiana de la localidad, pues el número de soldados llegó a ser muy alto. Que conozcamos con seguridad, en el pueblo residió el 2º Batallón de Ametralladoras de la Compañía Anticarros, instalado en la Chanca, mientras que en la Casa de Postas estaba la 5ª Compañía de la 3ª Bandera del Tercio Gran Capitán, primero de la Legión. Otras tropas de regulares y de ingenieros completaban la presencia militar. ...”

(*) Sobre la “historia” del cementerio, haremos una entrada de este blog en los próximos días, basándonos en la tesis doctoral de Luisa Victoria Pérez García, de la Universidad de Málaga, 2015.

Fuente: “La invención de la memoria. Transmisión generacional del relato de la guerra de 1936 en Conil de la Frontera (Cádiz)”, tesis doctoral de Magdalena González Martín. Universidad Complutense de Madrid, 2012.

Prisioneros en Castellar. Fuente: Buceite punto com. El sitio de San Pablo de Buceite, 7 abril 2015.

DEL PRESO QUE ESTUVO POR CONIL, mencionado anteriormente, nos narra su estancia en el BDST n.º 54: “… Conil de la Frontera. Terminamos el campamento y nos llevan a Conil de la Frontera, a hacer una carretera de unos cinco metros de ancho que iba desde la carretera de Cádiz a Algeciras, hasta un pueblo llamado Bolonia (*). Estando allí, nos tocó por suerte un alférez joven y buena persona que, cuando vio la comida que nos daban, cogió un escolta con un camión y se fueron a pedir a los cortijos garbanzos y trigo y todo lo que pudieran darle para nosotros. Asomaban con el camioncillo cargado de comida. Se lió a darnos potajes y consiguió que nos engordásemos y todo. Allí al menos comíamos, pero porque dimos con una buena persona y con corazón que yo creo que se arriesgaba por nosotros porque eso era cosa suya, no de los jefes. Lo que se ve en la foto de más adelante era una barraca muy grande. Allí cerca estaba el mar y había una carretera para bajar. Venían los pescadores e íbamos a echarles una mano porque tiraban una red de tres o cuatro kilómetros y había que tirar de la cuerda poco a poco para traerla. Venía llenita de sardinas. Los pescadores nos daban un cubo lleno de sardinas por ayudarles, que llevábamos a la barraca y las asábamos. Allí aunque estábamos presos estábamos mejor alimentados y teníamos mas libertad. Nos dejaban ir de vez en cuando al pueblo de Conil. Yo allí lo pasaba mal porque tenía gente a mi cargo y yo no me veía capaz de obligar a mis propios compañeros a picar, así que íbamos haciendo como podíamos y si venía algún jefe nos poníamos a picar más. Yo los tapaba todo lo que podía. Entre todos nos las arreglábamos para poder descansar un poco de vez en cuando. No era lo mismo que en Igal, por lo menos. Al estar bien alimentados no caíamos desfallecidos ni enfermos. Trajeron a tres para estar conmigo que venían del País Vasco. Habían estado en la cárcel, no recuerdo bien si en Bilbao o en San Sebastián. Aquellos tres venían a “redimir penas” al batallón de trabajo. Eran tres jefes republicanos y de uno se me quedó el nombre porque fuimos buenos amigos. Se llamaba Ramón Urraca y me lo llevé de ayudante porque era yo el que distribuía el trabajo. Estando en Bolonia fue cuando Franco desmanteló los batallones de trabajadores para dar buena imagen ante los americanos, que poco les importaba lo que pasaba aquí, por cierto. Lo que andaban buscando era poner bases en España. Oíamos rumores de que los americanos nos iban a ayudar y aquellos tres y yo estábamos tan ilusionados, que planeamos que cuando viniesen a liberarnos les quitaríamos los fusiles a los escoltas, los encerraríamos y nosotros saldríamos en busca de los que viniesen a salvar al gobierno de la República y luchar junto a ellos, pero por desgracia no fue así. Fue una traición más, otro país que nos abandonaba y que se aliaba con Franco, a cambio de las bases, claro. Creíamos que los americanos lucharían con nosotros para echar a Franco.


Foto enviada a mi familia con estas letras al reverso. Durante mi estancia en los Batallones Disciplinarios mi padre fue encarcelado por el único delito de ser de izquierda. ...”

Fotografía de la portada del libro referenciado.

(*) Aquí hay una disfunción en el recuerdo de José Barajas, mezclando dos lugares, donde evidentemente estaría, pero que con el paso de los años, los ha confundido unificándolo en uno. En Bolonia, la construcción de la carretera; y en Conil, ayuda a la pesca de las sardinas, con una jábega excesivamente larga.

Fuente: “Batallones disciplinarios: esclavos del franquismos”. Colección: Memoria Antifranquista del Baix Llobregat. Vol. I, 2007.


AÚN TENEMOS MÁS DE  José Barajas, en esta ocasión se trata de una entrevista que EL PAÍS le hizo en 2011:

ÉRAMOS ESCLAVOS EN LOS CAMPOS DE CONCENTRACIÓN DE FRANCO”.

José Barajas, de 95 años, recuerda el hambre y las torturas que sufrieron los prisioneros republicanos en los batallones de trabajo tras la Guerra Civil.

Raúl Limón. Sevilla, 25 septiembre 2011.

José Barajas, preso que estuvo en Conil. Fuente: “El País”, 25 septiembre 2011.]

"Éramos esclavos". Así se refiere José Barajas (Huelma, Jaén, 1916) a los batallones de trabajadores del franquismo, donde penó durante tres años al acabar la Guerra Civil junto a miles de represaliados y ex-soldados de la República. Con 95 años, recuerda en conversación telefónica desde Barcelona, donde ahora vive, el hambre y la muerte de compañeros por inanición, suicidio o enfermedades, después de sufrir vejaciones de todo tipo. Con el paso del tiempo asegura que no guarda rencor -"solo a veces", admite-, pero pide que no se olvide esta historia. "Que la juventud sepa qué pasó". Era hijo de socialista y desde muy joven asistía a los mítines del partido en burro. Tenía 20 años cuando estalló la guerra y se alistó en los batallones de voluntarios. Desde ese momento, pasó una década "viendo morir gente". Tras la contienda y al comenzar la II Guerra Mundial, Barajas fue enviado como esclavo a Punta Paloma, en Tarifa (Cádiz), donde construyó los fortines para las ametralladoras y los cañones; entre ellos, el considerado más grande del Ejército, traído desde Mahón y que fue arrastrado por los presos por zonas donde no había ni carreteras. En Facinas (Cádiz), construyó una carretera y un campamento militar. Las bellotas del campo y la comida que traían mujeres de la zona aliviaron el hambre de los batallones. "Comíamos hierbas, naranjas con piel y los arenques con la cabeza, la espina y todo lo que llevase; todo lo comíamos". También construyó una carretera en Conil (Cádiz), donde un alférez sintió lástima de la situación y aumentó las raciones de comida. Compartió el campo con tres jefes republicanos vascos llegados del Patronato de Redención de Penas por el Trabajo, una institución creada en el Ministerio de Justicia para distribuir a los esclavos. Recuerda la enorme decepción al descubrir que Estados Unidos obviaba la situación de los presos y negociaba con el Gobierno español la instalación de bases militares. Barajas pasó por campos de concentración de Navarra y por tres de los 54 que hubo en Andalucía. Lugares que, junto a depósitos de presos y zonas de fosas comunes, el grupo Recuperando la Memoria de la Historia Social de Andalucía (RMHSA) de la Confederación General del Trabajo (CGT) ha pedido que sean declarados, protegidos y señalizados, según marca la legislación andaluza, como lugares de memoria histórica. La ausencia hasta ahora de una figura de protección ha supuesto la desaparición de algunas instalaciones, como las de La Algaba (Sevilla), uno de los centros más duros donde se concentraron los presos que construyeron el Canal del Viar y donde muchos fallecieron por el hambre y el maltrato. Muchas de las infraestructuras que construyeron los presos, como las pistas del aeropuerto de Málaga o el Canal del Bajo Guadalquivir, aún están operativas sin que exista ni un solo elemento que recuerde cómo y por quién fueron levantadas. El grupo RMHSA se reunió el pasado día 21 con el Ayuntamiento de Sevilla para pedir su apoyo y proponer la señalización como lugares de la memoria a La Corchuela y El Colector, dos campos de concentración franquistas donde más de 2.000 personas cumplieron penas de trabajos forzados entre 1938 y 1943. La casa de Blas Infante y el sitio de su fusilamiento fueron los dos primeros lugares de la memoria declarados por la Junta de Andalucía.


A CONTINUACIÓN, para darnos una idea de cómo vivían estos prisioneros, reproducimos el testimonio de uno de ellos, penando en cualquier batallón de los numerosos establecidos en el Campo de Gibraltar: “… «Por la noche en voz baja, en cada barraca comentábamos la vida que llevábamos. Curábamos las heridas de los que se accidentaban como podíamos, a veces con los propios orines nos lavábamos las manos para desinfectarnos las heridas producidas por el agotador trabajo. Por sufrir, sufríamos sed, teníamos mucha sed y una gran falta de higiene. Si padecíamos sed, menos podíamos tener higiene, la ropa olía a inmundicias, a sudor, que corría lleno de gotitas de sangre de los bichos que matábamos; estábamos llenos de liendres (el huevo del piojo que los llevábamos en las costuras de la ropa); caídas del pelo dejándonos el cuero cabelludo por falta de vitaminas completamente desnudo. Sufríamos eccemas a causa de que nos rascábamos las veinticuatro horas del día. De nada teníamos asco porque teníamos todo lo malo que se podía tener: diarreas por doquier, granos purulentos en todas las partes del cuerpo y de la cara, heridas infectadas que tardaban meses en curar, lumbagos en la espalda que no nos podíamos doblar, golpes de aire, torceduras de cuello por mal gesto, callos en las manos por el agotador trabajo, la lluvia nos calaba los huesos, males de dentadura y tracomas, enfermedad contagiosa. Todo cuanto es posible pillarse adueñaba de nosotros [...] Todo estaba contra nosotros, hasta el tiempo en el Campo de Gibraltar se nos puso de espalda, con las lluvias y barros. Dormíamos en plena tierra, tapados con una manta tan fina y rota que no abrigaba nada. Mientras, la humedad y el rocío nos calaban hasta los huesos. Dormíamos vestidos, con harapos pestilentes, sucios y rotos y los calcetines (el que los llevaba) olían a sudor y peste hasta marearnos a nosotros mismos. Los piojos que pululaban por nuestras cabezas hacían que nos rasguñáramos noche y día. Con tos de perro, íbamos aguantando lo que nos venía encima, levantando el pico sin fuerzas, sin saber si nos lo íbamos a clavar en un pie, porque se nos escapaba el control de nuestro reflejo. ...”

Prisioneros trabajando en Algeciras. Fuente: Andalucía Información, 18 julio 2017.

Fuente: “El valle de Ojén y los prisioneros republicanos (1939-1942)”, José Manuel Algarbani. Instituto de Estudios Campogibraltareños. Al Qantir 21, 2018.


Y YA, PARA TERMINAR, se reproduce parte de la entrevista realizada a María G.M., cedida por gentileza de Isabel González, responsable del Archivo Municipal, con relación a este tema:

“” … P. María, mi tía Chana me contaba que en esos años había muchos soldados en todos sitios y en el campo también. ¿Tú te acuerdas de verlos?

R. Muchísimos, muchísimos. Ya yo era una muchachita. Eso era cuando se acabó la guerra. Había muchas exposiciones, que las han quitado, una queda, ¿no?, la de la Fontanilla, donde ponían las máquinas (se refiere a las trincheras o bunkers). Había otra en el Roqueo, otra en la cala del Aceite, otra en el río Roche.

P. Y los soldados ¿vivían allí en el campo?

R. Allí, en los barracones que tenían. Ajú, los que estaban en las máquinas, dormían siquiera en unas arpilleras, pero los guripas, que eran los castigados, esos no tenían nada. Esos estaban muy malamente. Esmayaitos.

P. ¿Eran soldados o era gente qué…?

R. Eran castigados. Los de las máquinas eran soldados ya, ya le habían quitado el castigo. Estaban terminando de echar la condena. Pero allí había una cantidad grande, grande, que le decían los guripas, y esos eran prisioneros. Esos prisioneros estaban muy malamente.

P. ¿Y tú los veías?

R. Claro que los veía, porque lo andaban to, a buscar, estaban esmayaitos. A mi casa iban dos a trabajar. Le ayudaban a mi padre y padre le daba para comer, le daba para tabaco. “no me dé usted na Sebastián, no me dé usted…”. Uno dejó hasta un retrato cuando se fue, se lo dio a mi hermano Chano y le dijo “toma, te lo metes en el bolsillo, para cuando vayas a hacer la mili, por si me ves” … Era de Jaén. ¡De Jaén había más guripas! ¡Qué de gente de Jaén! ¡Los pobres!, una vez echó mi abuela los cabrahígos a la higuera y cuando se dio cuenta estaban los soldados comiéndose los cabrahígos, de hambre que tenían. Pasaban por lo de mi abuela. Hicieron una vereda para ir a casa de Alfonsa. Que Alfonsa vendía, era un bicho vendiendo y de todo… Tenía una tiendecita y vendía tabaco y de todo lo que podían los pobres comprar.

P. ¿Habría un sitio donde estaban encerrados, no?

R. Por aquí, en la costa, estaban casi libres, lo andaban ellos todo.

P. ¿Y no había un sitio donde tenían que estar por la noche?

R. Por la noche se recogían en los barracones hechos de matas y eso.

P. ¿Los barracones dónde estaban?

R. Allí en la costa. Yo nos los vi nunca. A los soldados, sí los veía porque entraban y salían. Cuando se fueron estábamos acostados, se fueron a media noche, y daban unas voces.. y unos cantes… y unos vivas… ajú … “¡Adiós Roche… adiós… qué contentos vamos… qué nos vamos…!” ¡los pobres! ... “”


1 comentario:

  1. Estas navidades he leído las memorias de mi padre, fallecido en 2016, que dejó de su paso por el batallón de trabajadores nº 54 en el invierno de 1942 en Conil de la Frontera. Nació el 20 de octubre de 1920. Perteneció a la quinta del 41, que después de participar con 17 años , en la Batalla del Ebro, estos jóvenes, fueron tachados de Desafectos, y enviados desde el Miguel de Unamuno ( Madrid) al cabo de 37 días de suplicio, vejaciones y malos tratos, a Andalucia. "...entrada la noche, llegamos a Algeciras y nos dejaron junto al mar. Nos entregaron una toldilla de aprox 1 m. Juntamos 4 para montar una pequeña tienda y poder dormir, pero era tan intensa la lluvia, que el agua nos llegaba a las rodillas. Nos separamos y cada uno se cubrió con la suya. Siguió lloviendo torrencialmente y así pasamos la noche. A la mañana siguiente nos empujaron hacia un puente que cruzaba un riachuelo, pero no nos importo seguir por el agua. Salimos a una carretera que llevaba a Tarifa. Subíamos una cuesta, que con las ráfagas de la lluvia, acompañada del fuerte viento del Estrecho, apenas podías caminar. Al final de la cuesta se podía contemplar todo el Estrecho y Algeciras y Gibraltar. El sol salia de vez en cuando y nos secaba la ropa....Seguimos caminando. Sobre las tres de la tarde me desperté arrinconado a una pared...me había desmayado.......
    Seria muy largo seguir el relato hasta Conil.
    Gracias

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